Encuentros y reencuentros por los caminos de los títeres

Viajar es un acto de libertad como pocos. Un acto de coraje y de fe de lanzarse con alegría y no por ello sin miedos a lo desconocido, haciéndose camino al andar. Un acto que te obliga a fluir sin rigidez, para poder conocer lugares, personas, idiomas y culturas desconocidas. Laura Mac Laughlin y Enrique Crohare se conocieron viajando, en la Isla del Sol, ubicada en la parte boliviana del lago Titicaca, que comparten Perú y Bolivia. Ambos son la titiritera y el titiritero que escriben estas palabras sobre Laura y Enrique. Sepan disculpar que a veces hablamos en primera y otras en tercera persona. 

Corría el verano del año 2006 y la casa de Don Tomás, un distinguido Don de la cultura Aymará que había hecho de su casa un rudimentario hostal, oficiaba de nuestro hogar por unos días. Laura viajaba con su novio y un par de amigas argentinas y Enrique hacía lo propio con un par de amigos chilenos. Allí se conocieron frente a ese mágico lago navegable ubicado a casi 4.000 mts. sobre el nivel del mar y por el momento todo era amistad. En ese encuentro tuvimos muchas anécdotas lindas y algunas menos afortunadas, como el hecho que casi nos latigazos, castigo tradicional indígena, por haber “tomado” una especie de cuartucho abandonado a las orillas del lago, que finalmente pertenecía a los pescadores locales.  Cierto día decidimos irnos del hostal de Don Tomás para ahorrarnos los 5 bolivianos que había que pagar por persona por noche y nos lanzamos a la intemperie con nuestras carpas de escudo. En el medio de la noche y sin previo aviso, se largó sobre nuestras cabezas una de las granizadas más impresionantes que hemos visto en nuestras vidas. Nos despertó el sonido del hielo sobre la carpa, así como el sonido de un río que no habíamos escuchado previamente en el lugar, que corría prácticamente por debajo nuestro. Ante nuestro espanto, vimos con esperanza una precaria construcción que estaba a unos pasos de nuestra carpa. Estaba totalmente abandonada, con algunos vidrios rotos. Nos metimos por una de las ventanas y respiramos con tranquilidad. Como al día siguiente vimos que nadie venía a echarnos, nos fuimos quedando en ese lugar. Hasta que un par de días después, muy tempranos a la mañana, apareció el hijo del pescador responsable, y se puso a llorar muy angustiado enfrente nuestro,  y a hablarnos en Aymara, todo se empezó a complicar, lo único que le entendíamos era que nos iban a dar unos latigazos. Censuraremos los detalles sabrosos de tan entrañable aventura porque tampoco vienen al caso. La cosa es que en medio de ese caos nació entre ambos grupos una mágica amistad que nos llevaría a reencontrarnos sin saberlo ni buscarlo al verano siguiente, en el año 2007, en la mítica ciudad de Cuzco, Perú. La amistad se estrechó más aún en nuestro paso por las ruinas de Maras Moray, ubicadas en el Valle Sagrado de los Incas. Se trata de unos asombrosos círculos concéntricos de piedra, verdaderas terrazas circulares que utilizaban los antiguos incas para probar los cultivos de sus 4 suyus o provincias. En esas noches de estrellas y charlas fuimos dibujando en el fuego nuestro viaje siguiente, en el cual ya no le dejaríamos lugar al azar para intervenir, aunque siempre termine haciéndolo, sino que lo planificamos deliberadamente. La intención era en un primer momento, viajar por tierra hasta Colombia, pero ciertos cambios de planes nos llevaron finalmente a realizar uno de los viajes más alucinantes de nuestras vidas, recorrer en barco parte de la Amazonía peruana. 

En ese viaje en el verano del año 2008, pudimos disfrutar del atardecer en las aguas del generoso Amazonas viendo delfines rosados, dormir en una de sus comunidades, la de los indígenas Boras, bañarnos en las misteriosas, oscuras y cristalinas a la vez,  aguas del río Nanai y un incontable etcétera de cosas extrañas como comer gusanos a la parrilla o cocodrilo. Allí en ese escenario tan particular, nació nuestro amor. De forma totalmente inesperada y azarosa, Enrique y Laura no pudieron evitar lo que estaba escrito. Así pasaron un año de amor a distancia, Enrique terminando la licenciatura en Psicología en la Universidad Católica de Chile y Laura finalizando la Diplomatura de Teatro de Títeres y Objetos en la Universidad Nacional de San Martín, mientras también cursaba la Licenciatura en Ciencias Antropológicas. Cada un mes se visitaban una semana para volver a separarse un mes y visitarse nuevamente. Se intercalaban los viajes. Laura viajaba una semana a Chile y el próximo mes Enrique hacía lo propio yendo a Argentina. Cruzaron la cordillera incontables veces, ya sea por tierra o aire, para encontrarse y soñarse, de este o del otro lado de la cordillera. 

Al año siguiente, en el año 2009, habiendo terminado cada uno con sus estudios, en el caso de Laura finalizó la Diplomatura y congeló la carrera de Antropología porque tomaron la decisión de irse a viajar por Latinoamérica. Con esta decisión ya tomada, ya que en realidad ninguno quería en ese momento vivir en el país del otro y la otra. y porque además ambos aman viajar, comenzaron a vivir intercaladamente 2 meses en cada país, para montar su primer espectáculo de Títeres  “Un botón en mi cabeza”. Además grabaron un disco de música del incipiente “Dúo Inkamino” que recogía las canciones que venía cantando Enrique desde hace muchos años, con guitarra, charango y guitarrón chileno. Comenzó aquel viaje iniciático de 2 años y medio por Latinoamérica en octubre del año 2009. 

En esta titirigrafía obviamente no hubo entrevista, pues nuestras conversaciones son permanentes. Si la hubiéramos hecho nos habríamos entrevistado en nuestra casa de Capilla del Monte con nuestro hijo Inti de 3 años dando vueltas por ahí. Más honestamente demandándonos atención, o necesitándola, como le escuchamos decir cierta vez a una psicóloga. En aquella pequeña ciudad serrana de la provincia de Córdoba, vivimos en un barrio alejado, un barrio muy especial llamado “Faldas del Uritorco”o simplemente “El Faldeo”. Aquí fue que llegamos hace 2 años a instalarnos con nuestros títeres y proyectos. En nuestro hogar que Inti bautizó como “Casa de Piedra”, hemos recibido con mucha alegría a nuestros recuerdos. Como si fueran ellos el titiritero y la titiritera que nos toca entrevistar. Recuerdos y personas se juntaron para reconstruir en palabras un poco de nuestra historia de cómo llegamos a ser titiritero y titiritera en la compañía Arriba las Hu! Manos.

Su despertar al mundo de los títeres 

La tradición de escuelas de títeres en Argentina, se remonta a mediados del siglo pasado, donde se abrieron varias escuelas en distintas ciudades del país. En el año 2006 por primera vez en la historia latinoamericana se abre una formación académica del arte del Teatro de Títeres a nivel universitario. Se trata de la Diplomatura en Teatro de Títeres y Objetos de la Universidad Nacional de San Martín, ubicada en el conurbano bonaerense. Ese año Laura estudiaba la Licenciatura en Ciencias Antropológicas en la Universidad de Buenos Aires y quería estudiar en paralelo una carrera artística. Ya había estudiado actuación en el Teatro IFT y actuado en algunas obras como actriz, en “Buenos Modales” (2005, 2006, 2007) y “Bodas de sangre” (2006, 2007). Haciendo memoria y reconstruyendo su historia a la luz de su presente, cuenta que en varios de los talleres de actuación y teatro que tomó de joven, utilizaba en las presentaciones finales de esos talleres, sin aún saber lo que era el Teatro de  Títeres o el Teatro de Objetos, números en los que como actriz interactuaba con un objeto animado que iba construyendo en escena, en una ocasión, y con un muñeco de peluche, usado como títere, en otra. Con su amor por el teatro se anotó para hacer el ingreso a la carrera de actuación en la Escuela Municipal de Arte Dramático de Buenos Aires. En ese mismo momento, un amigo que ya era titiritero le comenta que se había abierto la diplomatura en teatro de Títeres y Objetos en la Universidad Nacional de San Martín. Le dijo que era una carrera de dos años y medio de títeres y que los docentes eran muy buenos. Laura recordó la utilización de distintos objetos en función dramática, y como le interesaba el lenguaje y entrar a la Escuela de Arte dramático era difícil por la cantidad de interesados e interesadas, se anotó también al ingreso. En ese momento algo que fue lamentable, no haber sido seleccionada en la carrera de actuación, hizo que entrara a estudiar Teatro de Tìteres y Objetos. El verano de ese mismo año que comenzaba a estudiar, conoció a Enrique en la Isla del Sol. 

En ese momento Enrique estudiaba Psicología en la Universidad Católica de Chile y había estudiado un año de composición musical en la Escuela Moderna de Música. Desde los 11 años toca guitarra y en paralelo a su afición por la música había hecho teatro en la adolescencia. Mirando en retrospectiva el pasado, comenta que continuamente hacía performances escénicas en sus agrupaciones musicales, haciendo música con sus pies bailando en la tierra o desarmando el saxofón en escena y tocando con cada una de sus partes por separado. Enrique nunca había visto títeres en su vida, salvo al Perro Lenteja, un títere corpóreo gigante que le ocasionó tanto miedo, que tuvieron que salir del teatro con su mamá. La verdad que no vio mucho teatro en su vida, pero cuando se conocen con Laura y florece el amor, le pareció absolutamente posible crear un espectáculo de títeres para irse a viajar. Como otros y otras colegas, Enrique y Laura son multiartistas, Laura, además de actriz, toca percusión, joga capoeira y toca el berimbao, escribe cuentos y poesía, esto último igual que Enrique, a quien siempre le interesó la literatura. Tratando de decidir dónde iban a vivir en pareja, tomaron la decisión de viajar, de recorrer nuestro continente. Se habían conocido viajando y es una de las cosas que más aman hacer hasta el día de hoy. Conocer distintos lugares, su gente y su cultura. La intención era ahora no sólo aprender y absorber esas culturas que nos son ajenas, como habían hecho en varios viajes previos, sino que ahora también querían poder ofrecer algo propio y realizar un verdadero intercambio cultural. La idea era que el arte que iban a ofrecer les permitiera vivir mientras viajaban de manera autosustentable.  Entonces decidieron por un lado crear un espectáculo de títeres de guante para todo público, armar un repertorio musical de música latinoamericana, grabar un disco y desplegar las alas hacia el norte. Al conjunto musical lo bautizaron “Dúo Inkamino” y a la Compañía de Títeres “Arriba las Hu! Manos”. Nombre complicado, complejo y profundo, quizá hasta divertido. Creemos que por ahí va un poco nuestra estética y nuestras intenciones como artistas, la de crear espectáculos que inviten a la reflexión, espectáculos que requieran de un espectador activo. Por eso Arriba las Hu! Manos invita al lector a pensar. La idea inscripta en el nombre es que nuestras manos son Hu! Manas. Los títeres, construidos y animados por esas mismas manos humanas, tienen voluntad y son ellos quienes nos proponen contar nuestras historias.

  A principios de ese año 2009 se sentaron a la mesa de la terraza de Laura en Buenos Aires, se miraron a los ojos y comenzaron a pensar en qué espectáculo iban a hacer. Sabíamos que queríamos crearlo, que fuera una propuesta nuestra, original. Así que se lanzaron con los conocimientos que tenía Laura del lenguaje titiritero que había aprendido en la diplomatura, Allí no sólo había aprendido de sus profesores y profesoras, sino también de sus compañeros y compañeras, entre quienes había titiriteros y titiriteras en ejercicio. Además puso a disposición de la compañía toda su experiencia en el teatro de actores. Todo lo que habíamos  aprendido en el camino del arte se dispuso para este primer gran nuevo desafío. “Pusimos nuestros cuentos y poemas, nuestros sueños y preocupaciones sobre esa misma mesa y nos arremangamos las mangas.” Así fue que ese mismo día tomaron la decisión de desarrollar la imagen poética de un cuento que había escrito Enrique que se llamaba “Un botón en mi cabeza”. El cuento trataba de un cerrajero que una mañana descubre asombrado que tiene un botón en la cabeza. Duda de si desabotonarlo o no. Finalmente decide no hacerlo. En su pensamiento ronda la idea de que él, en su oficio, es capaz de abrir todas las puertas de la ciudad, pero no se atreve a abrir el botón que ha aparecido en su propia cabeza. Laura, que ya había leído ese cuento con anterioridad, comenta que esa imagen del botón en la cabeza, le parece sumamente titiritesca. Enrique asiente, manifestando su acuerdo y así dan por cerrada la búsqueda del motor del espectáculo. El conflicto. 

Ahora venían las nuevas preguntas ¿Quién tendría el botón en la cabeza? y ¿Quién iba a querer desabotonarlo?  Así fue que Laura trajo sobre la mesa los títeres que ella misma había construido en la carrera para ver si alguno nos servía. En esas conversaciones acordamos que ese botón iba a estar en la cabeza de un niño. Sobre la mesa estaba la cabeza de un títere que Laura había creado en la clase de Pablo di Pasquo, docente de la materia de “Interpretación” de la UNSAM, basado en un personaje de su autoría. Ese títere era parte de una obra inconclusa de Laura llamada “Thadeus y Clott”. En ese momento decidimos que ese mismo Clott, con ese mismo nombre tan particular iba a portar el botón en su cabeza. Como queríamos que tuviera una familia diferente a la típica familia estereotipo, pensamos en que Clott viviría con su hermana y con su abuelo. El abuelo también estaba ahí sobre la mesa. Era otro títere que Laura había creado para otra materia de la diplomatura, una de Realización, que dictaba Alejandro Braqui. Los demás personajes fueron apareciendo de la nada, en un acto libertario de dejar a nuestras manos hacer sin restricciones. Una vez que crearon varios prototipos, algunos títeres fueron considerados inútiles para la historia y otros sí comenzaron a formar parte del elenco. 

Decimos que la obra fue un proceso autopoiético, en el cual de alguna manera la historia se servía de nuestra energía, de nuestra mente y nuestra manos para irse tejiendo y creando a sí misma. Era casi como si fuéramos espectadores del proceso creativo de nuestra propia creación. Una verdadera autopoiesis. Así fue que uno de esos primeros días, Enrique creó un ser malvado. Una especie de cowboy con una expresión similar a la del cuadro “El grito” del pintor Munch. Un ser con una energía oscura que inmediatamente ocuparía el rol del antagonista. Sería ese ser que en ese momento nombramos misteriosamente “la esencia”, haciendo referencia a la esencia del mal, el que intentaría que Clott desabotone su cabeza, para así poder acabar con la obra de títeres. Honestamente todo el proceso de la obra fue un proceso mágico, que se fue desarrollando ante nuestros ojos. Teníamos un ovillo de lana hecho un bollo, que teníamos que desenredar y entender, que escuchar, para poder materializarlo y compartirlo. Fue un proceso hermoso, donde construimos los títeres en paralelo a la historia y a la puesta en escena, en un fructífero diálogo interdisciplinario que parecía funcionar casi independientemente de nuestra agencia. Recordamos con mucho cariño el hecho de que estábamos aterrados cuando estábamos llegando a construir el final de la obra, ya que nos asustaba verdaderamente no saber hasta dónde podía llegar la maldad de aquella Esencia.  

En octubre del 2009 se vino el estreno encima. El lugar donde se realizaría el rito era el mismo donde habían ensayado en el último tiempo, en la Biblioteca Popular de Barracas, en la ciudad de Buenos Aires, donde Enrique había estudiado Títeres ese mismo año con Héctor Cesana. El mismo Héctor había mirado algunas escenas del montaje y había hecho las primeras devoluciones.  Aquel día de octubre, horas antes de empezar la función, figurábamos en la casa de Laura en Parque Chacabuco, pegando lana por lana los cabellos de los títeres, sin conocer ninguna técnica de hacer pelucas, rogando con las manos llenas de cola, que los profesores de Laura de la Diplomatura, a quienes había invitado y entre quienes se encontraba la figura de Ana Alvarado, no asistieran a la función! Nunca habíamos realizado la obra completa, siempre la habíamos ensayado por escenas. Los títeres los tuvieron con las ropas finales un par de días antes del estreno. Por lo tanto, no les era para nada fácil y rápido ponerse los muñecos en las manos. Como podrá imaginar el lector, la obra no fue lo que se dijera un éxito, ya que duró más de 1 hora y media! No obstante, los asistentes, todos familia, amigos y amigas, pasaron muy buenos momentos, se rieron, se divirtieron y se dieron cuenta que estaban ante un diamante en bruto que todavía había que pulir. Laura y Enrique ya intuían esto mismo. 

La segunda función fue en la casa de Enrique, en la ciudad de Pirque, Chile, para un público más numeroso. Por primera vez había entre los espectadores adultos, un par de niños y niñas. Ya habiendo ensayado los “entre escenas”, la obra duró una hora y cuarto. Cuando le preguntaron a uno de los niños qué le había parecido el espectáculo, éste respondió que le pareció largo, pero que la volvería a ver. Ese fue un verdadero empujón, ya que unos días más tarde estaríamos sentados en el bus rumbo al norte, hacia nuestra primera parada, la ciudad de Antofagasta. En aquella ciudad nació el papá de Enrique y aún viven en ella sus tíos, tías y un primo. La tercera función fue en el balneario Municipal, para un público mojado, que salía del mar, con frío y ganas de irse a la casa. La función fue un fracaso. Pero como todo fracaso, si uno lo escucha, puede sacar algo bueno de ello. Así fue. En aquella representación nos dimos cuenta que había que sacar toda la primera escena, la cual se desarrollaba con medias máscaras afuera del teatrino. Esta escena consumía al menos 15 minutos de obra. Comprendimos también que no era un espectáculo demasiado apto para la calle; con una sola historia, larga y compleja. Le faltaban gags al espectáculo. Le faltaban escenografías que cambiaran y le dieran color a la escena, entre otras cosas. Con un poco de desilusión, pasaron 3 meses sin actuar, en los que los títeres los acompañaron dentro de sus maletas. Así cruzaron Bolivia y Perú, viviendo exclusivamente del arte musical del “Dúo Inkamino”. Trabajaban sobretodo en restaurantes, pasando la gorra en el horario del almuerzo. 

Ya en Ecuador y gracias a las casualidades o causalidades de la vida, conocieron en la calle, literalmente, a Manuela de la Cruz y Nicolás Obregón, dos mimos argentinos que estaban actuando en el Teatro Bolívar de la ciudad de Quito. En ese mismo recinto iban a dar un taller de mimo que empezaba al día siguiente. Se inscribieron en el taller, que por solidaridad viajera y el gran corazón de Manu y Nico lo hicieron gratis. Aprovecharon la instancia para pedir una fecha al teatro para actuar. Les dieron fecha para dentro de una semana. Toda esa semana previa les permitieron ensayar en las dependencias del gigantesco teatro. Ensayaban en un gran salón del tercer piso. En esa semana fueron puliendo la obra para presentarse, luego de 3 meses sin funciones, en el escenario de aquel maravilloso edificio que lamentablemente se había quemado unos años antes. Tal era la envergadura del escenario, que nuestro teatrino compartía las tablas con el público. Habían dispuesto 100 sillas de plástico sobre el mismo escenario para que se sentara el público. Allí testificamos el crecimiento de la obra, que de allí en más no pararía de hacerlo. En la frontera norte de Ecuador, en la ciudad de San Gabriel, participamos de nuestro primer festival Internacional y ya entrando en Colombia en la ciudad de Cali, comenzó el salto a la profesionalización. 

En Cali, la sucursal del cielo, como le llaman sus habitantes, llegamos en marzo del año 2010 con la intención de quedarnos algo así como un mes. Finalmente Cali y más específicamente Pueblo Pance, a las afueras de la ciudad subiendo casi a los 2.000 metros camino a los Farellones de Cali, en la cordillera occidental de los Andes, fue donde encontramos un hogar. En Cali conocimos a la familia de Gerardo Potes y Leonor Pérez y su “Casa de los títeres”. Ellos nos recibieron y abrieron las puertas de su espacio para ensayar, así como de su taller y de la sabiduría de las manos de Manuel Pérez, hermano mayor de Leonor, quien nos ayudó a construir varios objetos escenográficos que hicieron crecer plásticamente la obra, así como arreglar una vez más los “coturnos” de Laura. En aquella sala habremos dado más de 20 funciones entre 2010 y 2011 y con el tiempo nos fuimos volviendo muy amigos de la familia. Nos apadrinaron a tal punto que cuando en cierta ocasión ellos se fueron de gira a España un mes, nos quedamos dando las funciones del fin de semana y además un par de funciones para escuelas y jardines que iban a vernos al teatro durante la semana. En esa misma ciudad, Reinel Osorio y su familia, también nos abrieron las puertas de su conocimiento y de su teatro el “Castillo Sol y Luna”. Otra familia titiritera que apadrinó a los jóvenes Laura y Enrique.  

Cierto día, unas horas antes de realizar una función en el teatro “Castillos Sol y Luna” para niñas afro descendientes de un hogar de niñas, el teatrino amateur que tenían por aquel entonces, hecho de pvc, quiso decirles que le había llegado su hora. La manera de manifestarlo fue que una de sus uniones había quedado completamente apretada. Tal fue la desesperación de Enrique, tanta su ansiedad y su juvenil nerviosismo, que intentó separar las dos partes con tal fuerza que el pvc se partió y un pedazo saltó y le cortó la frente. En ese preciso instante de estar sangrando y pensando en cómo iba a reparar el pvc roto, entró Reinel y se pronunció “Es hora de cambiar el teatrino. lo van a hacer ustedes acá conmigo, bajo mi supervisión”. En realidad Reinel no tenía tiempo para dedicarle a la joven pareja titiritera, pero su amor y compasión fue tan fuerte, que un mes después de la oferta, habían construido su primer teatrino de aluminio que los acompaña hasta la actualidad, no sin varias reparaciones realizadas en el camino desde el 2010. 

Cali en particular y Colombia en general, se convirtieron en el lugar donde nuestra compañía nacería profesionalmente hablando. Luego de lo cual, viviríamos todos nuestros primeros pasos en aquella gira iniciática donde participamos en más de 20 Festivales Internacionales y nos presentamos en 9 países de Centro y Suramérica. En esa travesía la obra creció enormemente gracias a la mirada y a las generosas devoluciones que nos regalaron distintos y distintas colegas, algunos verdaderos maestros del oficio que tuvimos la fortuna de conocer y compartir. Unos que ya han partido a la gira eterna como Eduardo di Mauro, Armando Morales, Camilo de la Espriella o Luis Olguín. Otros y otras, siguen con los títeres en las manos y seguimos compartiendo hasta la actualidad. En aquella gran gira iniciática, la obra aprendió a crecer y a fluir, a cambiar, a madurar. Así sigue hasta el día de hoy en un proceso que nunca se detiene.

Una vez que regresan de la gira en el año 2012, se casan primero en Chile y luego en Argentina. Querían compartir su amor y su proyecto de vida con sus seres queridos y queridas. Se radican en la ciudad de Buenos Aires, donde Enrique comienza a estudiar la especialización en Teatro de Objetos, Interactividad y Nuevos Medios en la Universidad Nacional de las Artes y Laura se dedica a terminar de cursar la Licenciatura en Ciencias Antropológicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. 

En el año 2013 volviendo de una nueva gira a Colombia, había en el aeropuerto de Ezeiza un caos desatado, llovía como para hacer naufragar el Arca de Noé. Milagrosamente pudieron subirse a un taxi que supo navegar la autopista Richieri para dejarnos en nuestra casa en el barrio de Boedo. A la mañana siguiente se enteraron que en la ciudad de La Plata había habido una inundación de tal magnitud, que en algunos lugares el agua llegó a un metro con 80 centímetros del piso. En eso estaban cuando el teléfono sonó. Era el director del Programa Chocolate y Cultura del Ministerio de Cultura de la Nación, preguntándonos si al día siguiente podíamos ir a La Plata a dar una función. Nos habíamos logrado reunir el año anterior y habían quedado en llamarnos. Aceptamos. Ahí empezó uno de los trabajos más maravillosos de nuestra carrera, ya que dimos 100 funciones en 14 provincias de Argentina, trabajando en territorios de profunda escasez y vulnerabilidad donde siempre nos recibieron muy bien. En ese trabajo entendimos la capacidad del arte y el títere como herramienta de inclusión social. Comprendimos también qué clase de artistas queríamos ser, en realidad ya lo habíamos comprendido, pero fue la manera de realmente ejercitarnos en ello. En aquel Programa tuvimos que actuar literalmente en el barro, sin más asistencia que los niños y niñas que nos preguntaban mientras nos iban rodeando – ¿Qué van a hacer? La verdad estas funciones fueron una de las escuelas más poderosas. Fue un verdadero regalo el hecho de permitirnos comprobar que nuestro espectáculo que es complejo, profundo y metapoético se podía presentar en cualquier lugar para cualquier público y salir airoso. Porque eso también fue una decisión. Presentarles el mismo espectáculo que presentábamos en una sala con luces, pero en la canchita del barrio. 

Ese mismo año 2013 fuimos a dar un taller de títeres de guante a la ciudad de Antofagasta, ya que el papá de Enrique es antofagastino, al igual que sus tíos y tías que siguen viviendo en la “Perla del norte”. Estando allá, comenzaron a gestionar funciones para el futuro. Se reunieron con varios administrativos de distintas instituciones. El coro unánime que escuchaban señalaba, que les interesaba mucho la propuesta, pero para las vacaciones de invierno, porque no programaban espectáculos ni pasaba nada en esa época. Entonces, viendo que nuestra oferta era insuficiente para tan alta demanda, se nos ocurrió ofrecerles realizar un festival internacional de títeres. En la gira por Latinoamérica habían observado desde dentro las distintas estrategias que tenían los más de 20 festivales en los que habían participado. Era hora de buscar nuestras propias herramientas para llevar nuestro Festival a cabo. Teníamos ya en ese entonces, decenas de colegas que podrían y querrían participar del evento. Tras varias reuniones, idas y venidas, en julio, en las vacaciones de invierno del año 2013, co-organizamos junto a la Corporación Cultural de Antofagasta, el “I Festival Internacional de Títeres y Marionetas de Antofagasta”. Esta institución consiguió el auspicio de la empresa Aguas Antofagasta, la sanitaria de la ciudad, a través de la ley de donaciones culturales. Ese año fueron parte del Festival 4 compañías amigas con maravillosos trabajos escénicos, 2 compañías colombianas: “Jabrú Títeres” e “Hilos Compañía”, una compañía chilena “Los Payasíteres”, y nuestra compañía “Arriba las Hu! Manos”. Fueron 16 funciones en 12 puntos diferentes de la ciudad. Una verdadera “acupuntura cultural” como le gustaba nombrar al elegante director de la Corporación de ese entonces, casi tanto como usar camisas Armani. En aquella edición todo quedaba en nuestras manos. Cuando decimos todo, nos referimos a TODO. Manejar, armar el escenario, el sonido, hacer el sonido y también actuar. Los y las integrantes de las compañía eran quienes nos daban el apoyo en ciertas áreas y la contención necesaria para no aflojar. Fueron 8 maravillosos e intensos días con 2 funciones en 2 lugares diferentes. 

Cuando terminó el evento, que tuvo un asombroso éxito que nadie esperaba realmente. Los parques y plazas de Antofagasta se habían llenado de títeres, de espectadores y espectadoras, y de vendedoras y vendedores ambulantes que nos seguían plaza por plaza con su carrito y sus algodones de azúcar a cuestas. Había asistido un promedio de 350 espectadores por función. La estrategia publicitaria había sido incorporar el programa del evento en las boletas de cobro que repartía la sanitaria auspiciante. El programa con las funciones le llegó a todo hogar de Antofagasta. Al finalizar una de las experiencias más intensas de sus vidas, en la que ocupaban incluso el rol de fotografiar los espectáculos, al fin pudieron respirar tranquilos con la hermosa sensación de que ¡Lo habían logrado! Toda la felicidad y satisfacción sólo se veían empañadas por el lamentable hecho de que los caños de hierro de 2 foros de tela negra que habíamos mandado a hacer a la misma Corporación, para poner detrás de los Teatrinos en las representaciones, habían dañado los interiores de la van que habíamos arrendado para transportar a las Compañías. Cuando fuimos a entregar el vehículo, el hombre que la recibió nos comentó que íbamos a tener que pagar un importante deducible del seguro de la van, por las rasgaduras que le habían ocurrido al interior del mismo. Si bien esta cifra era elevada, pensábamos que era una paga necesaria que le ocurre a todo principiante. Llevaba la balanza económica a su favor el hecho que habían realizado una extensión del Festival en la ciudad vecina de Mejillones. 

Habíamos escuchado en muchas historias de colegas, que en la organización de su primer festival nadie había logrado ganar plata. Hasta ese momento pensábamos que éramos los primeros. En eso estábamos, caminando por las calles del centro, sintiendo por dentro todo lo exitoso que fue el festival, ya que había habido casi 3.000 personas de público, cuando suena el teléfono de Enrique. Era “Cachetes”, un trabajador de la Corporación que de alguna manera tenía a cargo el Festival, pero que realmente no hacía nada por él, y así fue apodado por aquel grupo de titiritera y titiriteros. Una suerte de enemigo interno. Con todo eso en mente, Enrique atiende el teléfono y escucha del otro lado a un “Cachetes” rebosante de placer, que nos informaba que como el vehículo estaba hecho para transportar personas y no materiales, los daños habían sido ocasionados por un uso indebido. El seguro no respondía. Si hubiéramos sabido, tal vez lo habríamos quemado en el basural y hubiéramos salido ileso e ilesa. Había que pagar todas las roturas del tapiz y plásticos que habían sido dañados. En ese momento caímos en la cuenta de que la triste norma se había hecho eco en nuestro caso y tampoco habíamos ganado un centavo con esa primera edición del festival.

Desde ese momento organizamos al menos una vez al año distintos festivales en el norte de Chile. Hemos invitado a una treintena de Compañías llevando a cabo más de 150 funciones en 23 pueblos de 4 regiones. Muchos de ellos son pequeñas localidades de no más de 1000 habitantes. Caletas de pescadores como Hornitos, Caleta Buena, o las localidades escondidas en la puna como Ollagüe y Caspana. Hemos intentado contribuir a la descentralización del arte y la cultura llevando espectáculos de calidad de distintas partes del mundo a las localidades del desierto más árido del mundo. Asimismo desde 2016 comenzamos a organizar eventos en Argentina como el “I y Último Festival Internacional de Marionetas de Buenos Aires”, que co-organizamos con la querida Compañía “Absenta Teatro” conformada por Natividad Martone y Gustavo Garabito, o el Festival Internacional “Títeres al Monte” que co-organizamos en nuestra ciudad de residencia, Capilla del Monte, con las Compañías Títeres “Pa´ los gurises”, integrada por Pachi Franco y Carlos Danza  y “Juli Títeres”, integrada por Julieta Liwski.

En paralelo han mantenido su manera de llevar a cabo la profesión de manera itinerante. Desde el regreso de su primera gira en 2012, realizaron giras todos los años al extranjero. Volvieron 2 veces a Colombia en 2013, realizaron gira por México y Costa Rica en 2014. En 2016 cruzaron por primera vez el Atlántico para presentar su espectáculo en España. Participaron en 3 festivales y en 3 teatros de diferentes ciudades del país. Además aprovecharon de conocer Francia y Marruecos. Tuvimos la fortuna de caminar el desierto del Sahara en camello. Ya en esa gira, en la que el espectáculo “Un botón en mi cabeza” había gustado mucho, acordaron con un par de programadores y colegas su regreso para el siguiente año 2017. Con esas invitaciones en mente, fue que decidieron organizar una gira mundial. Se pusieron a buscar festivales alrededor del mundo y a escribirles. El proceso dio un resultado inesperado, ya que finalmente organizaron una gira que tuvo un año de duración entre 2017 y 2018. Nos presentamos en 17 países de Europa, Asia y África, traduciendo nuestro espectáculo a 5 idiomas: inglés, italiano, francés, árabe y turco. Participamos en casi una veintena de festivales y fuimos parte de la programación de varios Teatros, algunos de ellos dedicados exclusivamente a los títeres. Asimismo, conocimos museos de títeres y tuvimos el honor de ver títeres tradicionales como los de Títeres de agua de Vietnam, o los títeres de sombra de Indonesia “Wayang Kulit”y las marionetas sin comando de la India, “Kathpultli”. Fue un viaje del que aún estamos decantando lo aprendido. 

Cuando volvieron el año 2018 a la Argentina, al poco tiempo de llegar, fue concebido su hijo Inti, a quien le tocó realizar a sus cortos 3 meses de gestación, su primera gira a Chile. Con Inti nadando dentro de la guata o panza de Laura, pensando y repensando en cómo íbamos a hacer una vez que Inti estuviera de este lado de la piel, fue que nació la idea de la presente investigación. Desde el regreso de nuestra primera gira Latinoamericana, ya fuimos conscientes del invaluable material al que habíamos accedido conociendo y compartiendo con tantas compañías. Cuando regresamos de la gira mundial, nuestro registro de Compañías se había abultado y teníamos material de un centenar de Compañías de 40 países del mundo. Fotos, videos y muchas, pero muchas horas de compartir y conversar con los y las colegas. Además, gracias a haber visitado países tan lejanos cultural y geográficamente como India, Vietnam, Rusia o Indonesia, conseguimos registrar expresiones de Compañías tradicionales y Compañías de teatro Estables con montajes con más de 10 titiriteros y titiriteras en escena. Con esto en mente y con la necesidad de buscar alternativas para poder vivir cuando naciera nuestro hijo, ya que en todas sus obras actúan ambos, fue que nace la idea de la investigación “Titirigrafías Trashumantes: Aportes al desarrollo de un Panorama Mundial del Teatro de Títeres”. En el año 2020 formalizamos la investigación y la presentamos en un mapa interactivo web con alrededor de 100 compañías geolocalizadas de más de 30 países. Gracias al apoyo del Fondo de las Artes Escénicas, del Ministerio de las Artes, las Culturas y el Patrimonio nace al año siguiente, en 2021, la investigación de 18 Compañías con integrantes nacidos o residentes en Chile. A esta especie de zoom al Panorama chileno la han denominado “Titirigrafías Trashumantes: Hacia un Panorama del Teatro de Títeres en Chile”. Este libro hace parte de dicha investigación. 

En eso seguimos. Caminando y caminando, materializando sueños y arte. Los caminos vuelven a abrirse después de la pandemia y nuestros inquietos pasos, acompañados esta vez por los maravillosos pasitos de Inti, no se quedarán quietos y seguirán encontrando nuevos caminos por donde andar. ¡Qué así sea!