Encuentros y reencuentros por los caminos de los títeres
Nunca en nuestras vidas habíamos visto tantos titiriteros y titiriteras juntos, aunque ese año, según nos comentaron, no era el más numeroso y si no nos equivocamos éramos casi 200 colegas reunidos en la ciudad de Colonia Caroya en noviembre del 2015. La excusa para tanto fanático y fanatica de los títeres reunidos en un mismo lugar era la celebración del XX Festival Internacional de Titiriteros Juglares. La particularidad de este evento que organiza el casi mítico “Quique” di Mauro, es que además del programa oficial de compañías invitadas, es un festival abierto a la comunidad titiritera, para ir y participar, tomando talleres, ofreciendo algún número en las noches de varietes, mirando espectáculos o compartiendo largas charlas con antiguos amigos o nuevos colegas que recién conocimos. Nosotros fuimos a participar sin ser parte de la programación del Festival. No obstante, como una especie de ayuda para los asistentes que lleven espectáculo, hicimos un par de funciones en escuelas que casi alcanzaron a costear los costos de alimentación, comida y alojamiento que ofrecía el festival. Si mal no recordamos, veíamos un promedio de 5 o 6 obras al día, además de tomar cada uno un taller.
Dentro de la programación oficial del Festival, estaba participando la Compañía Los Fantoches, representando a Chile. La verdad es que no habíamos escuchado acerca de esa compañía y nos intrigaba enormemente conocer a sus integrantes. No obstante no nos encontramos en el enorme comedor, ni en los pasillos ni en el patio del ex convento donde se celebró el festival ese año, allí dormían las compañías invitadas y quienes habían reservado habitación. Allí comíamos y compartíamos. Pero de Patricia y Hugo ni rastro. Hasta que llegó el tan esperado momento en que inevitablemente nos conoceríamos. Allí estaban ellos, detrás de la tela de su teatrino, con sus manos enguantadas dentro de los títeres. De este lado de la tela estábamos sentados en las butacas de la Casa de la Cultura de Colonia Caroya, para presenciar su espectáculo “La princesa de las Flores”. Sentíamos en el cuerpo el cansancio del festival. Era el tercer o cuarto día del evento y veníamos viendo muchas obras por día, además tomábamos talleres en las mañanas y asistíamos en las noches al fogón, donde se realiza una varieté titiritera que continúa con charlas filosóficas hasta altas horas de la madrugada. Entonces mientras esperábamos que empiece la obra, se nos venían las imágenes de las 15 que habíamos presenciado en esos días. De pronto todas esas sensaciones y pensamientos desaparecen, ante la iluminación que adquiere la escena. En el medio del escenario se encuentra erguido un teatrino clásico de gran tamaño. Las cortinas de la escena están cerradas. Aparece por delante de las cortinas el presentador de la obra, un títere masculino de avanzada edad. Viste de manera elegante e intenta presentar con parsimonia. Digo intenta porque pronto aparece en la escena el nieto, quien viene a ayudar a su abuelo presentador, pero en lugar de ello, con toda clase de ideas descabelladas e hilarantes torpezas, le impide al viejo cumplir su cometido. En toda esta secuencia de acciones no pudimos parar de reír. Lo titiritesco y su humor tan propio estaban ahí, frente a nuestros ojos y oídos. finalmente logra presentar el espectáculo y comienza la obra la “Princesa de las Flores”.
Cuando nos subimos al escenario a saludarlos, felicitarlos y por fin conocernos, nos contaron que ese abuelo y ese nieto tenían más de 40 años de vida y que siempre los habían acompañado en cada historia que tenían que presentar. Así mismo nos enteramos que tenían un espectáculo en el cual toda la obra se trataba del intento desesperado del abuelo para presentar el espectáculo y el nieto impidiéndolo de las maneras más disparatadas. Desde ese momento que hemos querido invitarlos a los festivales que organizamos en el norte de Chile, pero lamentablemente nunca hemos podido coincidir. Ya se dará la oportunidad. En enero del año 2022 viajamos a Concepción para entrevistarlos en su casa, en el marco de nuestra gira titirigráfica por Chile. Allí conocimos su casa, comprada gracias al fruto de su trabajo con los títeres, ubicada en el barrio Palomares a la entrada de la ciudad de Concepción. Allí conversamos largo y tendido acerca de su historia profesional, del Festival que organizan. Nos contaron sus anhelos, y nos mostraron su taller y sus títeres. La verdad es que nos costó irnos de allí. Querían seguir contándonos anécdotas esparcidas a lo largo de casi cincuenta años de trayectoria. Aquí les compartimos un poquito de esa historia de amor y títeres.
Su despertar al mundo de los títeres.
La juventud y el profundo interés por el teatro que desde pequeño se manifestó en Hugo Aguilera, se confabularon para que pudiera transformar cual alquimista, el laboratorio de química de su liceo, en una sala teatral donde ensayar. Era el año 1972, el laboratorio estaba aún sin terminar y quedaba en una esquina alejada dentro de las instalaciones de la institución educativa. En ese recinto, cada fin de semana, las rejas de la parte de atrás del colegio se volvían permeables para que se colaran a través de los barrotes Hugo y otro par de compañeros y compañeras. Allí ensayaban con rigor y entrega una obra de teatro. Comenta Hugo con una sonrisa dibujada en los labios, que había unos vecinos de la escuela que veían sin aparente sorpresa como cada sábado y domingo los y las adolescentes trepaban las rejas del liceo para darle vida a aquel laboratorio ya no de química, sino de teatro para montar el espectáculo. Con esa obra, se inscribieron a las Jornadas de Teatro Escolar, organizadas por la ANTACH (Agrupación Nacional de Teatro aficionado de Chile), patrocinada por el Ministerio de Educación y los departamentos de cultura de cada intendencia de la época. La final del encuentro escolar se llevó a cabo en la ciudad de La Serena. Grande fue la sorpresa del director del Liceo al enterarse que un grupo de estudiantes de su institución había ganado un concurso nacional de teatro, sin tener teatro, ni profesor en el área. Más grande fue su sorpresa cuando se enteró de que aquel grupo ensayaba sin permiso en las propias instalaciones de la institución. Solamente el orgullo del director por el triunfo, disminuyó la pena que caería sobre esos jóvenes artistas delincuentes. Era una época de efervescencia cultural. El teatro estaba en todos lados, no sólo en ese misterioso laboratorio de química, sino en parroquias, sindicatos, juntas de vecinos, etc.
Poco tiempo después, en el año 1973, aún siendo menor de edad, Hugo entró a formar parte del elenco de teatro de la Universidad de Concepción. Sería con esta Compañía que viajó a participar del importantísimo Festival Internacional de Teatro de Manizales en el Eje cafetero de Colombia. La aventura comenzaría al salir de Concepción ya que recorrieron los 6.500 kms. que separan ambas ciudades a dedo y en buses, divididos en subgrupos. Tardaron casi un mes en llegar al Festival. Cuenta que el Festival fue una maravilla, un gran encuentro del teatro del mundo. Una vez terminado el encuentro, Hugo se quedó un tiempo más en Colombia y tardó otro tiempo en volver. En todo ese periplo fue que Hugo entendió que quería dedicarle su vida al arte dramático. Pero lamentablemente el 11 de septiembre de ese mismo año 1973, cayó sobre Chile una larga noche que duró al menos 17 años, en los que a Hugo se le complicó enormemente hacer teatro. Como en aquella época era delito que se reunieran más de tres personas en cualquier lugar ya que se consideraba que estaban planeando actos subversivos, no se podía hacer teatro libremente. Sólo era posible mediante una petición formal, donde en primer lugar leían el libreto de la obra y si este era aprobado, te enviaban a un agente del estado a estar dentro de la sala en cada uno de los ensayos. Hugo lo intentó junto a otros compañeros. Tras ser aprobado el proyecto, a la hora del ensayo, llegaba puntual un personaje oscuro y nefasto. Era él quien marcaba el inicio y el final del ensayo. Entraba prácticamente sin saludar, se sentaba al fondo del recinto y abría un diario que hacía que leía mientras espiaba con total descaro. El personaje en cuestión lo ejecutaba cada vez una persona diferente. Seguramente lo hacían así para que no se encariñara con los jóvenes. Los militares no confían ni en ellos mismos. La sola presencia de este individuo en cada ensayo, iba desinflando las ganas de cualquiera de hacer teatro y eso fue lo que le pasó a Hugo y a sus compañeros y compañeras que dejaron prontamente de ensayar. Pero las paradojas y las vueltas de la vida hicieron que esa imposibilidad de hacer teatro que impuso la dictadura, posibilitó finalmente que Hugo se dedicara a los títeres.
Unos años antes de estos ensayos custodiados y que Pinochet atacará La Moneda y diera inicio a una de las dictaduras más largas de América Latina, Hugo conoció al titiritero penquista René Mayorga Yáñez, fundador de la Compañía “Títeres La Ventana”. Con él trabajó mucho tiempo como titiritero, actor y ayudante. De él aprendió muchas cosas del arte de los títeres. Cuando en el año 1974, Hugo se enfrentó a la imposibilidad de hacer teatro, y sabiendo con certeza que quería dedicarle su vida al arte dramático, comprendió que la única forma de armar un elenco de teatro que pudieran escenificar varios personajes, era hacerse titiritero y que él sólo pudiera hacer varios personajes a la vez. No tenía que reunirse con nadie, ni tener que soportar la oscura presencia de ese ser despreciable que les respiraba en las orejas en cada ensayo. Así Hugo inició su camino en el arte de los títeres y nace la Compañía “Los Fantoches”, profundizando de manera autodidacta lo que había aprendido con René, hacia la profesionalización y estrena su primer espectáculo. Así Hugo comenzó a caminar el sendero de los Títeres, pero en este sendero no caminaba sólo que lo hacía junto a su compañera de vida y profesión Patricia Miranda, a quien había conocido unos años antes en el liceo y con quién había formado una familia humana y una familia de papel y cola. En la Compañía “Los Fantoches” Patricia primero era la vestuarista de las y los títeres, así como la gestora cultural. Un tiempo más adelante fue que se animó a animar los títeres. Comenta Patricia que cierta vez un titiritero argentino la instó a manipular por primera vez un títere y desde ahí que no se los pudo sacar de las manos y que la Compañía ganó una titiritera.
No comentaron que “Los Fantoches sobrevivieron los oscuros tiempos de la dictadura haciendo funciones en eventos sociales, llámese cumpleaños o eventos empresariales. Una vez que se acabó la pesadilla comenzaron a presentarse en innumerables escuelas, a trabajar con municipios, con empresas privadas, ganaron algunos fondart (Fondos concursables del Ministerio de Cultura de Chile), participaron en Festivales en Chile y el extranjero. Hicieron de los títeres su profesión familiar y con gran esfuerzo de ellos y de sus amigos y amigas de papel maché pudieron comprarse la casa donde nos recibieron con tanto amor. Desde 2015 comenzaron un trabajo de gestión cultural que le regaló dos importantes eventos de teatro de títeres a los habitantes de Concepción. El Ciclo “Sábados con títeres” que desde ese año hasta el año 2019 realizaron funciones todos los sábados al mediodía en distintos espacios culturales de la ciudad.
Ese mismo año 2016, consiguen un aporte irrisorio de parte del municipio de Concepción para organizar el I Festival “Conce con Títeres”, hoy denominado “Festival Internacional de Títeres de verano”. Con ese pequeño aporte, sumado a las ganas irrefrenables de Hugo y Patricia de poder presentar espectáculos de distintas compañías en Concesión y sumado a la colaboración y el compromiso de los y las colegas que participaron de esa primera edición, pudieron realizar el I Festival “Conce con títeres”. Cuentan que cuando les plantearon a las compañías participantes que no habían podido conseguir los recursos necesarios para pagarles un cachet, todas tomaron la decición de apoyar de todas maneras el evento. Hugo y Patricia alojaban a las Compañías en su casa, ya que no contaban con dinero para un hotel y les cocinaban con sus manos. Sólo podían recibir de a una compañía por vez, ya que contaban solamente con una habitación disponible. Entonces cada compañía dormía una noche y llegaba otra la mañana siguiente. Un festival de “Cama caliente” como lo llamaron ellos mismos entre risas. El festival se realiza en febrero y es de carácter anual. Este año 2023 se celebró la VIII edición. Las funciones se realizan a las afueras de un antiguo teatro en ruinas de un colegio en el centro de Concepción. En la segunda edición del evento se acercó el alcalde de la ciudad al escenario después de una función y se comprometió a colaborar año a año con el evento, el cual ya en esos momentos reunía a ¡Casi 600 espectadores! Para la fortuna de Hugo y Patricia y del público penquista, dicho alcalde fue reelecto y aún continúa en el cargo. El año 2021 el festival tuvo que realizarse de modo virtual debido a la Pandemia de Covid 19. El año 2022 en que nos reunimos iba todo viento en popa para su realización presencial, pero lamentablemente se suspendió a último momento, faltando unos 15 días para que comenzara el evento. Nosotros los entrevistamos en su casa al día siguiente de que Hugo y Patricia se enteraron de la lamentable noticia. La ciudad retrocedía de fase (en Chile durante la pandemia regía un sistema de fases según la cantidad de casos positivos de COVID y otras variables en cada comuna. Estas fases determinaban qué se podía y que no se podía hacer), esta nueva fase impedía la realización de eventos de carácter masivo, por lo que el Festival se tuvo que suspender.
Hugo y Patricia, vienen hace un tiempo trabajando para cumplir uno de sus sueños, el de crear una escuela de títeres que pueda perpetuar la actividad titiritera en Concepción. Su intención es que las familias penquistas no pierdan la oportunidad de ver espectáculos de títeres, sino todo lo contrario, que se multipliquen estos eventos. Hace algún tiempo que vienen masticando la idea y trabajando en la realización de talleres que ellos mismos ofrecen, así como invitan a otros colegas a realizarlos. Asimismo, han sabido acoger y potenciar distintas compañías que han ido naciendo en Concepción, compañías jóvenes a las que “Los Fantoches” les han abierto las puertas tanto de su programación “Sábados con títeres” así como en del Festival que organizan. Sin duda podrán cumplir este sueño como han cumplido tantos otros a lo largo de los años y podrán regalarle a Concepción nuevos titiriteros y titiriteras que continúen alumbrando la ciudad con la magia de los títeres.