Encuentros y reencuentros por los caminos de los títeres
Llegamos serpenteando por las calles de Valparaíso cerro arriba al “Teatromuseo del Títere y el Payaso”, maravillado y maravillada de la belleza arquitectónica que conforman el cerro lleno de casitas de colores que ascienden junto al camino hechas con los materiales más precarios, como la chapa y la madera añeja. Era el año 2013. No era la primera vez que dábamos función en ese espacio tan acogedor, por lo que ya nos sentíamos como en casa. Al finalizar la función, y tras compartir con el público que se sacaba fotos con los títeres arriba del escenario, se nos acercó un poco tímida una titiritera. La verdad no la conocíamos, pero al verla nos reconocimos. Somos personas de una cultura particular. Ella había ido a ver la función con una amiga. Nos abrazó fuerte y nos felicitó. Recordamos haber sentido ese abrazo como cuando se recibe una verdadera felicitación, porque a veces la palabra, en nuestro ámbito, se vacía de sentido. La verdad es que conversamos muy poco esa tarde porque ya debíamos comenzar a desarmar. En aquel primer y fugaz encuentro percibimos que Marcela era una persona muy especial, comprometida con el arte del Teatro de Títeres. Con su larga trayectoria, tenerla presente como espectadora de nuestro arte, nos daba cuenta que para ella el hecho de compartir entre colegas y poder vernos mutuamente nuestras producciones artísticas, es una manera de crecer en la profesión. Poder conocer las exploraciones ajenas y mostrar las propias, da lugar a un fructífero intercambio de miradas que hace crecer a la profesión en conjunto. Aquel día ya quedamos prendados. Seguramente porque nos une un mismo amor y una misma locura.
Nos volvimos a encontrar al año siguiente, en el verano del 2014. Compartimos programación en el “Museo Artequín” de Viña del Mar. En el anfiteatro al exterior del museo tuvimos la posibilidad de ver su espectáculo “El Principito”. En ese espectáculo conocimos a sus compañeros de elenco y familia, Marcela Verdejo Guzmán y Marko Molina. Hace un par de años, en el 2021, que Markito partió de gira eterna a hacerle títeres y pinturas a los angelitos. Dejó un gran vacío no sólo en los corazones de los y las titiriteras, sino también en los de sus colegas pintores y pintoras, ya que como tantos otros, Marko era un ser multiartista. En el corazón de nuestra querida amiga Marcela Chiappe, en el de Marcelo Verdejo y en el de cada una de las marionetas de Moviendohilos, Marko sigue escondido ahí. Su recuerdo eterno y su alma brillará por siempre en la obra que le regaló al mundo. Querido Markito, que el viento te entregue nuestro cariño y te cuente que tus marionetas y títeres seguirán vivos en las manos de las y los que aquí quedamos. Que así sea.
Intentando atajar las lágrimas antes de que caigan al teclado, y de ahora en más, dedicándole estas palabras a la memoria de Marko Molina Echeverría, continuamos el relato. Aquel día en el Museo Artequín, nos llamó inmediatamente la atención que la Compañía “Moviendohilos” presentara con frescura y naturalidad y sin reparos un gran despliegue escénico y escenográfico de marionetas de hilo y grandes objetos que combinaban con la actuación y la narración que iba llevando el hilo del relato, al aire libre. En aquella ocasión, pudimos percibir sin mucho esfuerzo la alegría y el placer que sentían de actuar y trabajar juntos y juntas. Nos reencontraríamos con esa hermosa energía grupal y con estas ganas de apostar a la construcción escénica y profesional colectiva, en el año 2016, cuando invitamos a la compañía a ser parte del “Primer y Último Festival Internacional de Marionetas de Buenos Aires”. Ese evento lo co-organizamos con la compañía “Absenta Teatro” y lamentablemente, como bien predicó su nombre, fue la primera y la última edición. Las Marcelas y Markito nos honraron aquella vez con su presencia durante una semana en Buenos Aires. El Festival lo organizamos bastante a pulmón y la poca ayuda que recibimos de Proteatro del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires nos alcanzó solamente para pagar los traslados de los elencos. Más tarde nos enteraríamos del apoyo que recibimos también del Instituto Nacional de Teatro, y ni bien nos lo abonaron les enviamos un pago extra a cada elenco. Sin dudarlo ante la invitación, nuestros colegas amantes de los hilos manifestaron su intención de participar aunque no hubiera un cachet y de hecho se mostraron agradecidas por la invitación de viajar a Buenos Aires a presentar su espectáculo, ciudad en la que nunca se habían presentado. Como no teníamos muchos recursos, abandonamos nuestra casa ubicada en el barrio de Boedo -vivimos en Buenos Aires entre el 2012 y el 2020 cuando partimos a Capilla del Monte- y nos fuimos a vivir a la casa de nuestros colegas Natividad Martone y Gustavo Garabito, co-organizadores del Festival, y queridos amigos de la compañía “Absenta Teatro” que en aquel momento vivían también en el barrio de Boedo, sobre el “Teatro El Trompo”, que era a su vez, la sede principal del evento. Nuestra casa entonces, oficiaba de hotel para las compañías de Chile y de Colombia. Nuestro antiguo PH (Propiedad Horizontal), de pasillo largo fue el hospedaje de las Marcelas y Markito de “Moviendohilos” y de nuestro querido y admirado amigo marionetista Camilo de la Espriella de “Hilos Compañía”. Aquellos fueron días de muchísimo compartir y hablar del arte de la marioneta de hilo, y del Teatro de Títeres en general. Nos reímos a más no poder y sellamos para siempre nuestra amistad y cariño. Nos encantaba habernos olvidado algo en la casa y volver a buscarlo y encontrarla habitada de estas personas tan maravillosas que siempre te invitaban a que te quedes un rato más, y era difícil rehusarse. Específicamente hablando ahora de las Marcelas y el Markito, era tan lindo ver cómo amaban compartir entre sí, pasaban las horas charlando, riendo, proyectando, soñando, alrededor de las tazas de té.
En el año 2021 fueron parte del “III Festival Internacional de Títeres de Calama”. Evento que co-organizamos con la Corporación de Cultura y Turismo de Calama. Ese año tuvimos que realizar toda la pre-producción y parte de la producción del Festival de manera remota, ya que no pudimos viajar a Chile debido a la pandemia. De hecho el evento de ese año fue sólo con compañías nacionales. Así que para aquella ocasión tuvimos tan sólo un contacto virtual con Marcela, de llamarnos, hablar, mensajearnos para organizar todo. La partida de Markito había sido muy reciente y eso nos hizo dudar en si debíamos invitar a la compañía al Festival o no. En esas cavilaciones, llegamos al acuerdo en que el hecho de darle vida a las Marionetas, era algo que seguramente le iba a hacer bien a Marcela. También acordamos que no éramos ni Laura ni Enrique quienes teníamos que tomar esa decisión, sino la propia Marcela. Y como ya les adelantamos dijo que sí y ¡“Moviendohilos” se fue para Calama!
En febrero del 2022 nos reencontramos como aquella primera vez en la hermosa, bohemia y colorida ciudad de Valparaíso. Fuimos a realizar el “Reencuentro Titirigráfico Audiovisual” con cámaras, grabador de sonido y nuestro pequeño hijo Inti, al taller que arriendan en una esquina de la Plaza Echaurren. Se encontraban finalizando los detalles finales del montaje de la obra “Almendra y el Lagar”, con la cual habían ganado los fondos de Artes Escénicas para producción de obra del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile, que estrenaron ese mismo año. Entre títeres, marionetas, gubias y cintas de papel, fueron desenredando sus recuerdos que intentaremos transcribir en las siguientes líneas.
Su despertar al mundo de los títeres
“Tuve una infancia rodeada de títeres, tengo ese recuerdo de la edad de cinco años. Mis papás eran artistas visuales, pintaban cuadros y además construían títeres para vender”. Así comenzaba Marcela Chiappe a contarnos la historia de cómo llegó a los títeres. Seguramente el brillo que se agolpaba en sus ojos cuando nos cuenta de esa remota infancia rodeada de títeres, era el mismo de aquella niña inocente que en su primer año de vida se cayó de la cuna por intentar agarrar un títere. Seguramente hoy se sigue cayendo de la cama para desenredar los hilos de alguna marioneta. En aquellos primeros años de vida jugaba con aquellos títeres con su hermano. Jugaban a ser titiritero y titiritera. Pero un día los títeres se van y con ellos se marcha su padre y seguramente una parte del brillo de aquellos ojos de niña. “Desde los cinco años nos quedamos con mi mamá y mi papá se fue. Desde ahí que nos separamos de este mundo artístico ya que mi madre se hizo secretaria”.
En su adolescencia no tenía idea que los títeres iban a ser su profesión. Confiesa que no se le pasó por la cabeza. Cuando terminó la secundaria, cierto día le preguntó a su padre, con quien mantenía una relación distante, dónde estaban aquellos títeres que aún tenía dibujados en la retina, aquellos que construía con su mamá cuando era niña. Imaginamos que con bastante emoción el papá le confesó que había conservado los moldes y se los ofreció. Seguramente los había guardado para ella, para dárselos el día en que se los pidiera. Cuando le entregó los moldes en el año 1979, Marcela seguramente los abrazó, aunque ahí sólo estuviera el negativo de esos títeres que tanto había extrañado y se fue corriendo a su casa, con el corazón que se le salía del pecho y con este nuevo tesoro entre sus manos. No debe haber esperado un segundo para empezar con papel maché a devolverles la tridimensionalidad y poder reencontrarse con aquellos amigos y amigas con quienes tanto había jugado siendo pequeña. Junto a una amiga estuvieron todo ese verano reconstruyendo las cabezas y jugando con los títeres. Después del encuentro con su padre, la aún joven Marcela se convirtió en madre y encontró en esos títeres una salida laboral que las alimentó y cobijó a ella y a su hija e hijo. Serían las fiestas de cumpleaños su principal escenario en los primeros tiempos de la dictadura. Cuenta con orgullo que siempre optó por la libertad que le otorga la autogestión. Agradece esto de la profesión, ya que sigue ejerciéndola autogestivamente hasta el día de hoy y eso la hace sentirse libre.
Algún día muy especial de 1984, si nos dejan ficcionar un poco, Marcela Chiappe amaneció con una incomodidad. Algo no estaba bien y su cuerpo lo sabía. Cuando se miró en el espejo del baño, no vio nada, pero sintió que unos hilos invisibles le tiraban de su cuerpo. Sin dudar un segundo, comenzó a tocar su cabeza para descubrir un hilo que le salía de la coronilla, y empezó a recogerlo para ir hacia donde estaba la otra punta. No mostró gran sorpresa cuando se dio cuenta que los hilos la llevaron a un teatro de la ciudad de Santiago de Chile, donde se presentaba una función de la Compañía “Nogal”. Marcela nunca había visto marionetas de hilo en su vida. “¡Quedé alucinada!”. Expresó. Ese día se quedó después de la función a merodear en el tras-escena y conocer a quienes estaban detrás de los hilos. De ahí en más que no pudo contener su desbocada fascinación y empezó a perseguir al director de la Compañía, de nacionalidad francesa, y a todo el elenco. Iba a los ensayos, a visitarlos al taller donde construían las marionetas. Le costaba creer las posibilidades que le ofrecía esta técnica de teatro de títeres. En un momento, de tanto aparecerse en el taller a espiar, finalmente el francés terminó preguntándole qué hacía allí. “Yo le contesté que era titiritera y que me gustaba mucho su trabajo. Seguí yendo y como sabía coser, comencé por hacerle la ropita a las Marionetas”. Mientras cosía en el taller, Marcela los miraba construir y de tanto mirarlos hacer, fue que ella también aprendió a construir marionetas. Hasta que al fin llegó el día en que el francés de nombre Calin Ian le preguntó al fin si quería tomar una Marioneta. “¡Si!” gritó Marcela feliz. De ahí en adelante el Director le enseñó a darle vida a ese cuerpo de madera a través de los hilos, a animar sin tener el contacto directo con el objeto, y sin ser parte del mismo, como en los Títeres de Guante que ella ya conocía y animaba. Finalmente entró como una integrante más a la compañía. Cuenta que era un elenco grande, de unas quince personas. Lo integraban titiriteros y titiriteras, actores y actrices, arquitectos, arquitectas, diseñadores, constructores, etc. Alcanzó a estar un año y medio en el elenco. Lamentablemente la compañía tuvo que declararse en quiebra ya que era insostenible una compañía de semejante envergadura en Chile y peor en épocas de dictadura, aunque ya eran los años finales. De ahí en adelante, Marcela incorporó las marionetas a la animación de eventos y fiestas de cumpleaños en los que ya utilizaba los títeres de guante. Y como veremos, las marionetas serán el alma de la compañía que aún no fundaba, ya que aún tenía que encontrarse con la otra Marcela. Así como este libro tiene dos lados, dos presentaciones, esta Titirigrafía Escrita y esta compañía tienen dos Marcelas.
Una vez terminada la dictadura comenzaron de a poco a reverdecer las peatonales, las veredas y esquinas con el arte callejero como abono. Marcela Chiappe y su compañera de antaño con quien animaban cumpleaños, decidieron en ese mismo año 1990, recién recuperada la democracia, probar suerte en la calle. Crearon unas marionetas roqueras y salieron a tocar algunas canciones y a pasar la gorra en el Paseo “Las Palmas” de la ciudad de Santiago. “Fue un éxito total. De ahí no solté más las marionetas”. De a poco Marcela fue comprendiendo el arte de pasar la gorra, y empezó a vivir en un cien por ciento de su trabajo artístico en las calles. Este modo de vida la fue llevando a habitar distintos escenarios cotidianos. En un momento comienza a buscar y encontrar nuevos escenarios, comienza al principio a cruzar la cordillera y luego el Atlántico para hacer temporadas laborales en Europa.
El año 2003 estando allá, del otro lado del charco, cansada de la vida ajetreada e intensa que implica el arte callejero, tiene una idea. Agarra el teléfono, sin miedo al costo de la llamada internacional y llama a Chile, a Marcela Verdejo. En ese llamado le propone una alianza, una fusión. Quiere que ella le aporte su experiencia en el ámbito del teatro de actores, para sacar las marionetas de la calle y llevarlas al teatro. “No éramos súper amigas, pero había química. Al tiro me dijo que sí. En octubre de 2003 comenzamos a trabajar y fundamos Moviendohilos”.
La otra Marcela, Marcela Verdejo, empezó a hacer teatro en los noventas. Se acercó al arte dramático desde el diseño gráfico. Le interesó y le intrigó tanto el arte escénico, que al poco tiempo entró a hacer utilería en una compañía emblemática llamada “Teatro Subterráneo”. Según nos comentó, “Las escuelas de teatro seguían cerradas en Valparaíso. Entonces desde los años 80 hasta los 90, uno hacía carrera en las compañías. Te iban enseñando los colegas y maestros y cuando se abría un taller se tomaba el curso.” Ya más asentada la democracia y comenzando a abrirse las posibilidades para estudiar artes, Marcela Verdejo estudia un diplomado en actuación e inmediatamente comienza a ser parte de una compañía de Teatro infantil. Desde ese momento comienza a vivir del teatro. Justo en el momento en que las relaciones entre los integrantes de la compañía comienzan a complejizarse, recibe el llamado de la otra Marcela que estaba en Europa. “Cuando la Marce me invitó a crear esta compañía, lo acepté porque pensé que era un desafío. La idea de la invitación era hacer una compañía para trabajar en los Teatros”. Cuenta, sin embargo, que ya siendo parte de la compañía también hicieron calle, incluso fueron juntas a hacer un par de temporadas a Europa. Una vez que Marko entró a la Compañía en el 2005 a hacer un reemplazo en la obra El Principito. La química que se produjo fue tan potente que se quedó como parte del elenco principal. Ya los 3, las 2 Marces y Marko, se proponen hacer una obra con la que pudieran girar por cualquier país. La intención es que no tuviera palabras. Con esas ganas y con esa limitante que de a poco comenzaban a ver como una oportunidad, crearon la obra “La Plaza”. Este montaje les permitió viajar y realizar un sueño que era poder ir a Europa, pero ahora participando en Festivales importantes de Italia y otros países del Viejo Continente. Un día recibieron la invitación para ir a Sudáfrica y aceptaron sin tener auspicio ni nada. Realizaron una campaña para recaudar fondos para poder ir. Muchas personas les colaboraron para que pudieran presentar su espectáculo en el extremo sur del continente africano. “Fuimos al festival Out the Box porque era una gran experiencia, un gran festival que nos ofrecía la posibilidad de ver otros espectáculos y poder mostrar en otras latitudes nuestro arte.”
Así han seguido compartiendo su arte al mundo hasta el día de hoy, han sobrevivido a la más intensa de las tormentas que es la ausencia de Marko, teniendo la certeza que eso es lo que tienen que hacer, seguir haciendo arte para ser libres e invitar a las otras y a los otros a serlo. El año 2021 comenzaron un nuevo montaje que fue seleccionado para producción de obra de los Fondos de las Artes Escénicas del Ministerio de las Artes, las Culturas y el Patrimonio de Chile, llamado “Almendra y el misterio del Lagar”, obra en la que convocaron a otros 3 colegas a ser parte del elenco, Sebastián Farah, Valeria Correa y Vilma Verdejo, más dos técnicos del Estudio Astrom. El día que nos reencontramos estaban 4 integrantes del elenco preparando este espectáculo en el Taller de la compañía, investigando, creando y compartiendo.
“Mientras a nosotras nos dé la fuerza y la salud y nos acompañe todavía el vigor, vamos a estar moviendo las Marionetas, pero también está en nuestro plan cuando hablamos, si algún día no estamos en el escenario moviendo Marionetas, nos gustaría crear nuestros mismos montajes con gente más joven y nosotras dirigir. Se va sintiendo en el cuerpo la edad, el subir escaleras, trasladar los bultos.” Así contesta Marcela Verdejo cuando le preguntamos por sus anhelos. ¡Las Marcelas quieren seguir haciendo títeres por siempre! Estamos seguros que los hilos de la compañía se mantienen firmes y tensos para seguir moviendo Marionetas por muchos años más.