La propuesta estética de Prakash Bhatt se inscribe dentro de la tradición Kathputli, interpretando cuadros pertenecientes a dicha tradición milenaria y practicando con maestría la técnica de la marioneta de hilo rajastaní, desde un espíritu lúdico, creativo e innovador, que logra articular los contenidos tradicionales de esta forma teatral en un formato espectacular contemporáneo.

La práctica Kathputli de Prakash Bhatt, al igual que la de muchos otros titiriteros de esta tradición en la actualidad, es la de un titiritero solista que acarrea con él entre otras cosas, un prendrive o algún reproductor de su música, fundamental en el espectáculo. Prakash viaja sólo, con su música, su vestuario y sus marionetas a cuestas, sus telas para armar “the castle” (castillo), como lo denomina él, al equivalente a un teatrino para títere de guante, pero acomodado a la técnica de marionetas de hilo.

Esta estructura de teatrino deja liberada la parte de abajo del plano frontal, constituyendo este espacio el escenario, y en el segundo plano se encuentra una tela que oculta al titiritero, como se puede comprender mirando la foto anterior.  La particularidad del teatrino de Prakash es que los palos los consigue allí adonde será la función. Pueden ser palos de bambú adonde puedan encontrarse hasta tubos de hierro, que fue lo que conseguimos en el Desierto de Atacama, adonde fue imposible encontrar bambú.

La característica innovadora y renovadora de la obra de este virtuoso marionetista se advierte desde un principio, ya que en vez de comenzar con los números interpretando a las marionetas desde adentro del teatrino, como lo hacen otros titiriteros Kathputli solistas, Prakash sale del teatrino a recibir e interactuar con su audiencia desde un principio. De este modo realiza una performance en la que se presenta, vestido en la forma tradicional con sus zapatos blancos con bordados dorados de punta, su camisa, pantalón y turbante.

Realiza  un juego de ida y vuelta con su público, quebrando la distancia entre los dos mundos. Cuando actúa en un Teatro, en la plaza de Mercado o en una calle invita a pasar a un hombre y una mujer al escenario a realizar un juego con el turbante. En este juego les enseña primero a colocarse el turbante, acto que en sí mismo puede ser entendido como un ritual, y una vez enseñado el procedimiento, les propone hacerlo a ambos invitados a ver quién de los dos logra colocarse el turbante más rápido. Luego los hace caminar como un rey y como una reina y viceversa, entregando un bigote a la mujer para cuando interpreta al monarca, y es un perfecto ejercicio para entrar en calor y en confianza con el público. Esto produce un efecto de encantamiento del público que durará hasta el final del espectáculo. Este juego escénico introductorio, pertenece a una propuesta poética propia de Prakash, quien logra en alguna medida encajar los contenidos performáticos tradicionales en una forma más cercana a los cánones occidentales de espectáculo, a través del juego, la interactividad y la interpelación a su público.

Como una suerte de prólogo a los cuadros e ingreso al tiempo de la representación, entra Krishna a la escena, una de las pocas marionetas interpretadas en esta tradición que cuenta con piernas, caminando, recorriendo el escenario y tocando una dulce melodía con su flauta, en un acto de bendición e inauguración. Este es uno de los cuadros que desde nuestra perspectiva indica la adaptación de la tradición Kathpulti al horizonte religioso hinduista, además del cuadro del elefante danzarín que representa a Ganesha, el vestuario del titiritero y las telas que forman parte del teatrino.

Ahora bien, para referirnos al aspecto dramatúrgico de la obra de Prakash es necesario establecer una distinción. Mientras en algunos cuadros hay un mínimo desarrollo dramático, consistiendo en bailairinas muy finamente interpretadas danzando al compás de la música, o un elefante, como representación de Ganesha o un caballito Muchi (nombrar categoría de E. Acuña) bailando y dando traspiés con arreglo a la música, en otros cuadros hay líneas dramatúrgicas más desarrolladas. A excepción de dos o tres cuadros producto del trabajo de recreación de Prakash en los que las marionetas se dirigen empleando el discurso e interactuando verbalmente con el público, en todos los demás números, las marionetas no hablan. Una característica de los cuadros tradicionales es que están elaborados para ser performados con una determinada música, que indica un ritmo,  movimientos de aceleración y de quiebre, que cumplen un rol narrativo. Otra característica es que los conflictos y las resoluciones de algunas escenas, se apoyan en trucos que reposan en la técnica de construcción de esa específica marioneta y en las habilidades de los manipuladores de desenvolverlos en el momento justo y con la velocidad precisa, y al ser realizados de esta manera, juegan con la sorpresa y el suspenso generados en la audiencia.

A continuación, describiremos los cuadros que hemos visto en el espectáculo de Prakash, finalizando por aquellos en los que Prakash ha realizado un trabajo de reversión, adaptación y creación. Antes de que cada uno de los personajes ingrese al espacio escénico, suena el muchik, un elemento similar a la lengüeta que distorsiona el sonido que constituye la voz del personaje, y que es además  un elemento sonoro de comunicación entre el titiritero y los músicos, o quien se encargue de ponerle play a la canción.   

Uno de los números que mejor testimonian las capacidades interpretativas y de disociación del titiritero, y que forma parte fundamental de la narrativa Kahtputli, es el cuadro del encantador de serpientes. En este cuadro se encuentran cara a cara una cobra negra finamente tallada en madera y pintada con vivo detalle, con el encantador de serpientes, que utiliza su tradicional flauta para domar a la fiera que no se termina de convencer del encanto musical, y arremete una y otra vez, arrojándose velozmente hacia él. Con rápidos y precisos movimientos, el encantador logra esquivar los ataques de la cobra. Ambos se mueven hábil y rítmicamente en una danza que eriza los sentidos.

Otro de los números en el que puede valorarse su delicado y preciso trabajo en la manipulación e interpretación de marionetas es el enfrentamiento o la pelea entre los dos príncipes rajistaníes o Rashputs a sablazos.  Ambos príncipes pelean con pasión una pelea que será la última para al menos uno de ellos. Se acercan y se alejan en sus intentos por penetrar con el sable el cuerpo ajeno, a un ritmo y una melodía que mantiene la respiración en suspenso. Pelean con movimientos altisonantes en una danza deliciosamente interpretada. Por momentos uno arroja al otro en un brusco movimiento al suelo, y el contrincante vuela por los aires y cae tan lejos del otro que llama la atención que estén siendo manipulados por la misma persona.

Otro de los cuadros en el que la acción dramática está determinada por la sorpresa y por la efectividad de un truco, es uno al que hemos apodado la dualidad. Al principio se encuentra un príncipe danzando, pero en un salto que da con arreglo a un síncope de la música, el príncipe desaparece y ahora quien se encuentra bailando es una princesa. En plena coordinación con el discurso sonoro, vemos desenvolverse un baile completamente armónico en el que por momentos se manifiesta la figura masculina y por momentos una figura femenina. Técnicamente es un truco de la marioneta, que posee dos frentes, y mientras vemos un lado desplegado, el otro permanece escondido, en el interior del otro, como puede observarse en el vídeo X de la escena. Nos recuerda a la dualidad del mundo, ya que todos los seres estamos compuestos tanto por el principio femenino como por el masculino, en distintas proporciones. Como cierre y resolución del cuadro, en el momento final aparecen ambos, el príncipe y la princesa bailando juntos.

En el cuadro del Rey Majaraji con su caballo, vemos en acción al tradicional caballito Muchi montado por una marioneta de menor tamaño que el de la mayoría de las marionetas que actúan en el espectáculo. Este personaje presenta dos pequeñas piernas que ubica a uno y otro costado del caballo, constituyendo otra de las excepciones a este tipo de marionetas, cuyas piernas suelen estar ocultas. Durante el número el rey cabalga en su caballo y realiza unas divertidas piruetas girando alrededor del mismo, como se puede observar en el vídeo adjunto de esa escena.

Uno de los cuadros que tienen como protagonista a una bailarina es el que da el nombre a la compañía, y evidencia el vínculo de esta forma teatral con la tradición gitana. Esta bailarina, de nombre Anarkelis, se encuentra vestida de negro y baila sosteniendo una vela encendida en cada mano y lleva otra sobre su cabeza. Los hilos de esta marioneta son de acero, para resistir el contacto con el fuego.

 Hay dos números dentro del repertorio tradicional de los espectáculos de Prakash que tienen como protagonista a la figura de un juglar o malabarista. Figura que está presente tanto en la tradición gitana, como en las cortes de los Rashputs del siglo XVII. Uno de estos números es el de un malabarista que hace malabares con 6 pelotas que se encuentran sostenidas por el mismo hilo en un rítmico juego. El otro número es protagonizado por una especie de bufón, que al igual que Krishna y Majaraji, constituye una excepción dentro de la técnica, porque posee piernas a la vista. Este personaje tiene un rostro blanco, pelo y vestido negro, y luego de bailar enérgicamente moviendo sus brazos y piernas, se pone en posición de cuclillas y se saca la cabeza, a la cual sostiene con los pies, en un número en el que la resolución está dada por la sorpresa.

Retornando ahora al trabajo de adaptación y reversión de los cuadros tradicionales por parte de la poética renovadora de Prakash, queremos mencionar uno de sus cuadros que combina un truco tradicional con un acto interactivo concebido por Prakash. Para la realización de este cuadro, el titiritero sale del teatrino e invita a una mujer del público a sentarse en el escenario, adentro del teatrino. Luego, suena el cazú e ingresa al escenario una marioneta llamada “Moustache” que lleva más de 100 años siendo parte de la troupe de marionetas animadas por la familia de Prakash. El nombre de la marioneta hace referencia a un largo y negro bigote que llega casi hasta el piso. Mosutache se va acercando a la participante y con su voz y sus gestos le dice que la estuvo buscando los últimos 100 años y que la ama. Tirándole besos, diciéndole palabras en una mezcla de idiomas, le explica que tiene un dolor en el estómago y necesita para curarse que ella tire de un hilo de algodón blanco que asoma de su boca. La participante comienza a tirar del mismo y éste pareciera ser infinito. Cuando finalmente se acaba el hilo, en un preciso y veloz movimiento, Prakash reemplaza a Moustache por una cobra, que se yergue en posición de ataque en el escenario, ante la estupefacción y sorpresa de la participante y el auditorio. Para su tranquilidad, aparece el encantador de serpientes y maneja la situación.                 

Cuando estuvimos de visita en febrero de 2018 en Jaipur y compartimos muchas jornadas en su hogar en Kathputli Colony, Prakash nos mostró un número de su autoría en el cual se encontraba trabajando. Este cuadro, tiene como protagonista a un rickshaw, un cargador tradicional de objetos y personas que ocupa su propio cuerpo como fuerza de arrastre, que tira de un carro en el que viaja la carga, personas o bultos. Esta práctica en la actualidad sobrevive únicamente en Calcuta. En el número, dicho personaje sufre penosas y divertidas dificultades para lograr trasladar una dama de gran tamaño que pone a prueba todas sus fuerzas y astucia.

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