Nuestro primer encuentro en el eje cafetero colombiano

Nuestro primer encuentro en el eje cafetero colombiano Con Prakash Bhatt nos conocimos en octubre de 2013, en el marco de una gira de tres meses que realizamos en Colombia. En nuestra participación en el Festival Iberoamericano de Muñecos, en la subsede de Manizales, tuvimos la sorpresa y el honor de conocer a este legendario titiritero de la India. Como era costumbre, llegábamos un mediodía al restaurante donde comían las compañías del Festival y ahí lo vimos, comiendo con uno de los organizadores. Muy rápidamente comenzamos a comunicarnos, ya que ambos hablamos inglés, y nos enteramos de inmediato que nadie en el Festival hablaba el idioma anglosajón y que no podía explicarles que él, como la mayoría de los habitantes de la India, no comía carne de vaca y que día a día le servían en su mesa alguna preparación diferente de su animal sagrado.  A partir de ese momento nos transformamos en sus traductores amigos y protectores de su dieta. Desde ese primer día pudimos constatar la empatía y el poder de comunicación que tenía, ya que sin hablar en ese momento casi ninguna palabra de Castellano, podía comunicarse y hacerse entender. Un día pidió permiso en el hotel para pasar a la cocina para prepararse su propio desayuno y lo consiguió con la naturalidad que sólo él podría conseguir. Otra mañana, Prakash no estaba en ningún lugar del hotel y nos teníamos que apresurar para ir a un programa de televisión. Entonces salimos en su búsqueda y lo encontramos a una cuadra, en una plaza repartiendo maíz a las palomas. Cuándo le preguntábamos qué estaba haciendo nos dijo que estaba alimentando a los “pájaros”, que eso era “buen karma”. Muy pronto nos mostró su carpeta con recortes de diarios de toda su carrera y dónde se pueden ver fotos también de su padre y tíos y de una marioneta que tiene más de 100 años que lleva varias generaciones en su familia, sólo reparada con retoques de pintura. Así nos fuimos dando cuenta que estábamos realmente ante un descendiente y activo creador y recreador del patrimonio de la marioneta de hilo sin comando Rajastaní, tradición que ha permanecido en su familia por veinte generaciones. Nos reencontramos otra vez en Bogotá en donde varios de los grupos que estábamos girando íbamos y veníamos por las carreteras colombianas, donde sellamos para siempre nuestra profunda amistad.

Participación de Anarkelis en el II Festival Internacional de Títeres de Antofagasta. 2014

Al año siguiente lo invitamos a participar en la segunda edición del “Festival Internacional de Títeres de Antofagasta” que organizamos en el norte de chile. Ahí estrechamos aún más los lazos y él siguió demostrando que su arte no tiene fronteras ni geográficas ni lingüísticas ni sociales. Con sus números tradicionales, más algunos que él también había inventado, le va agregando a la tradición eso que justamente necesita para estar viva, una reactualización. El público antofagastino pudo apreciar, como ya lo había hecho el colombiano, ese encanto mágico que rodea a Prakash y disfrutar de su espectáculo, que tiene ciertos códigos totalmente diferentes a nuestros espectáculos occidentales. Una ve terminada sus funciones, la gente se acercaba y rodeaba el espacio escénico para saludarlo, para hablarle o para comprarle una de las innumerables marionetas que trae para la venta y así poder llevarse a sus hogares un poquito de todo ese mundo sagrado y ritual que se abre cuando Prakash actúa y le da vida y movimiento a sus marionetas.

Prakash de gira en Argentina y de visita en nuestra casa en Buenos Aires. 2015

Los encuentros con este marionetista Rajastaní no terminarían ahí. No nos bastó con que fuera a Chile y conociera a nuestra familia chilena, sino que al año siguiente, 2015, recibiríamos a Prakash en nuestra casa en el barrio tanguero de Boedo en la Capital Argentina. Esto gracias a una larga gira que organizó en el país, que nos lo trajo como un regalo a convivir unos cuantos días, volviéndonos a poner en contacto con los gustos y los sabores de la India  y a intentar nuevamente comprender el politeísmo hindú. Uno de esos días, nuestro amigo se ofreció a preparar un pollo al curry, para lo cual le mencionamos que quedaba “Masala” , un condimente compuesto de varias especies que Prakash nos había regalado el año anterior en Chile. Cuando vio que no habíamos consumido casi nada de su amado Masala, se agarraba la cabeza y vociferaba que no era posible que no nos lo hayamos acabado, que su esposa Manyú no lo iba a creer cuando le contara que en un año no habíamos consumido el tan preciado condimento. Un par de años más tarde,  tras nuestra gira por India, tampoco podríamos comprender como no habíamos consumido ese Masala que ahora saboreábamos con tanto placer en cada una de las comidas de ese país de otro planeta llamado India

De gira en India. El añorado reencuentro en Jaipur

Nuestro próximo encuentro fue en 2017 en su ciudad natal Jaipur, en el marco de nuestra gira de un año por 17 países de Europa, Asia y África. Tal como nos lo dijo por teléfono, Prakash nos fue a buscar al lugar donde nos dejó el bus que habíamos tomado en las afueras de Nueva Delhi, en una caótica salida de la ciudad. Habíamos tratado de reservar por internet un boleto para irnos tranquilos. En esa búsqueda nos enteramos que existían unos tales buses “sleepers”, osea para dormir. En nuestra inocente imaginación soñábamos con un bus cama, para recorrer los 280 kms que separan la capital de la provincia de Rajasthan, con la Capital de la India. Ya nos levantó sospecha el hecho de que ese viaje se demoraba 6 horas. Finalmente no pudimos reservar, por lo que directamente fuimos a una supuesta parada a la salida de Delhi, en una estación de metro. Cuando llegamos no había más que una ruta, y al hacer una cuadra vimos varios buses amontonados. Uno más viejo que otro. Ahí preguntamos por nuestro bus sleeper, y nos señalan uno, igual de antiguo que los demás. Cuando subimos vemos que sólo hay asientos, cuando miramos al encargado con cara de pregunta, nos señala que arriba de las cabezas de los pasajeros que ya estaban sentados, había una especie de cubículo que el hombre nos abrió con muy buena disposición. Se trataba de un cuartito de un metro cuadrado y 50 cm de alto, con una manta del siglo pasado por si nos daba frío. Al ver esta situación, nos bajamos casi corriendo del sleeper y nos metimos a uno “normal”. Tuvimos que esperar casi una hora a que el bus se llenara para por fin partir a Jaipur. Tras 7 horas de viaje y al entrar a una ciudad el chofer del micro nos hizo con unas señas que ahí se acababa el recorrido. Pero no estábamos dentro de ninguna terminal. Con cierta estupefacción y desconfianza recogimos nuestras cosas, nos miramos un poco inseguros y al asomar nuestros cuerpos por la puerta del bus, descubrimos que todo era oscuridad. Estábamos exactamente debajo de una serie de autopistas que se cruzaban y mientras íbamos bajando del bus ya con un pie sobre el asfalto nos rodearon decenas de personas ofreciéndonos toda clase de ayuda, alojamiento, comida, traslado y no sabemos qué más nos decían en hindi o en un inglés directamente incomprensible. En nuestro rotundo no, caminamos apresurados pensando en cómo Prakash nos iba a encontrar en ese lugar. No pasaron ni 5 minutos de esta angustiosa situación, cuando lo vemos emergiendo desde la oscuridad con una luminosa sonrisa. Traía dos bolsas en las manos. Era nuestra cena. Un pollo frito que sería uno de los más ricos que probamos en nuestra vida. Así como nos vimos nos abrazamos y nos subimos al tuc tuc de su primo que nos llevaba a nuestro hostal.

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