
IV FESTIVAL INTERNACIONAL “TEA IN MYTISCHY”
Las funciones del Festival se llevaban a cabo mayormente en las distintas Salas del Teatro. Las compañías nos alojábamos en un Hotel a unas pocas cuadras y almorzábamos y cenábamos, (muy rico y con un pan extraordinario!) en un restaurant cercano. El Festival duraba una semana, y, además de las instancias de encuentro en las funciones y en las comidas, hubo un día en el que todas las compañías fuimos en dos buses a lo que sería el vaticano de la Iglesia ortodoxa rusa “Holy Trinity” (Santa Trinidad). Allí nos dividimos en dos grupos de idiomas por la guiada, ruso e inglés y disfrutamos de una jornada de inmersión en las creencias e historias de una religión no tan conocida en la parte del mundo que habitamos, Latinoamérica, así como pudimos compartir con las demás compañías esa instancia encuentro y conocimiento. El Festival estaba muy bien organizado. Éramos numerosas compañías, en especial había al menos 4 grandes elencos estables de distintas partes de la Federación rusa. También había compañías invitadas de otros países, el Teatro Nacional de Hanoi, Vietnam, la compañía “Annafabulis” de Alemania, “O qué de qué” de Brasil y nuestra compañía, “Arriba las Hu! Manos”, de Argentina-Chile. Por una suerte de barrera del idioma, este último grupito de compañías de Alemania, Brasil, Argentina y Chile, permanecíamos siempre juntas. Los elencos estables, eran en general numerosos. De acuerdo a la tradición de teatro de títeres de la que provenimos, una tradición de teatro independiente, estamos habituados a ver a titiriteras o titiriteros solistas, dúos y con mucho esfuerzo de gestión y producción, tríos o cuartetos. Este Festival significó un verdadero encuentro con el teatro de títeres ruso, ya que tuvimos la posibilidad de ver propuestas de distintos teatros estables de distintas regiones y ver los recursos que utilizan, las diferentes técnicas que ponen en escena, las dramaturgias y el despliegue escénico de cada propuesta poética.

En la inauguración del Festival tuvimos el gran gusto de ver un estreno del elenco, dirigida por un director invitado, y no por Stanislav Zélezkin. La obra se titulaba: COMPLETAR. Una obra que por supuesto se hizo en ruso, lo que dificultó enormemente nuestra comprensión total del espectáculo, ya que tenía abundante diálogo. Sin embargo, pudimos apreciar sin titubeos, un altísimo nivel de interpretación actoral y titiritera, y un magnífico funcionamiento grupal en la escena, con una precisión en los movimientos de armado y desarmado de las escenas y en las coreografías colectivas que difícilmente volvimos a encontrar en otros de los numerosos elencos que tuvimos posibilidad de ver tanto en este festival provenientes de otras partes de Rusia como en los otros dos festivales que participamos en Ucrania, adonde vimos propuestas de diversos Teatros estables de Ucrania, Moldavia y regiones que pertenecieron a la ex Unión soviética. La dramaturgia de la obra estaba basada en las peripecias y aventuras de una familia extensa, tal vez de origen gitano, que tiene que trasladarse con todas sus pertenencias en tren hacia otro lugar de destino. Los personajes estaban muy bien construidos. Había Teatro de actores y de Títeres, pero no se confundía una cosa con la otra. Los actores y las actrices titiriteras tenían muy claro cuándo eran el actor y cuando toda su energía estaba dedicada a la animación de un personaje. Había una composición física de la escena. Los actores y actrices entraban y salían con un delicado ritmo grupal armando y desarmando la escenografía. Por momentos el escenario era un cuarto de una antigua casa en la que los integrantes de la familia eran informados de una triste noticia. Luego, salían de escena y entraban con cuadrados de madera y cajas. En instantes todo el escenario era un tren en movimiento. A los pocos momentos, con algunos objetos y unas cajas más, nos contaban lo que sucedía en el interior de uno de esos vagones. Además de los numerosos personajes de la familia, había otros en el tren, con los que la familia se vinculaba. Una hija que se enamoraba de un hombre al que su padre consideraba indigno. Todo eso llegamos a comprender por el teatro de imágenes que la compañía presenta, despliega y pone en movimiento, como un lenguaje universal, accesible a quienquiera. Si bien muchas dudas quedaron dando vueltas por la falta de comprensión del texto. Nunca, como en ese momento, hubiéramos deseado comprender el ruso!

En los siguientes días, comenzó a notarse que el inicio del Festival generó un gran movimiento en el Teatro y en la Ciudad. Elencos que llegaban desde lugares recónditos de la misma Federación Rusa, descendían en la puerta del Teatro o del Hotel, desde sus propias Vans después de haber viajado más de 20 horas. Otros elencos venían en avión. Un acontecimiento que transformó esa edición del Festival en un hecho histórico, que hizo que llegaran a Mytischi teatreros y titiriteros de toda esa parte del mundo, fue la prematura muerte de Stanislav Zélezkin el tercer día, el Director del Festival y del elenco estable Ognivo Puppet Thatre

HASTA SIEMPRE STANISLAV!!
La ceremonia de inauguración del Festival contó con la participación del Ministro de cultura de la región de Moscú, así como de otras personalidades importantes de la cultura de la región y de la ciudad de Mytischi. Allí, con la presencia de los medios y de otras personalidades pudimos observar la importancia de la figura de Stanislav como un cultor y generador de la Cultura local, que de hecho había sido nombrado artista popular de la Federación rusa, que según nos comentaron titiriteros y titiriteras locales, es uno de los mayores reconocimientos que se les da a los artistas.

Al tercer día del Festival dimos dos funciones en la Sala de arriba y nos tocó utilizar el camarín que había utilizado Stanislav y el elenco, durante muchos años. Allí, en el tocador del camarín, frente a la mesa y alrededor del espejo donde tantas veces se habría preparado para entrar a escena, se podía ver a Stanislav en distintos momentos de su vida. En una foto estaba muy jovencito montando a caballo. En otra fotografía se encontraba con su mujer en la puerta del teatro. Recuerdo sentir la sensación de querer conocerlo más en profundidad mientras nos preparábamos para la función y observaba esos flash backs de su vida. La función de la mañana había sido para alumnos de colegios de nivel primario que tenían inglés como materia y la que iríamos a realizar en la tarde era para el resto de los participantes del Festival, más un poco de público suelto que arribó al Teatro. Luego de la función, buscamos a Stanislav entre el público y nos extrañó no encontrarlo. Recuerdo que luego de la cena, estando en la pieza del hotel, abrimos la computadora y nos encontramos con una página de Facebook que publicitaba una campaña para juntar dinero por la salud de Stanislav. Nos inquietó mucho esa noticia y entonces comenzamos a buscar en los perfiles de las personas del elenco que conocíamos, a ver si hallábamos más información, y dimos con la trágica noticia de que Stanislav había muerto ese mismo día más temprano. Tomamos conocimiento de que algunas semanas atrás se le había descubierto una enfermedad para la cual era muy costoso el tratamiento, por lo que se había iniciado esta campaña. Se nos inundó el alma de tristeza al saber que una persona tan importante para el teatro había, así de un momento a otro, desaparecido, y que tan sólo 3 días atrás habíamos tenido la oportunidad de abrazarla y que nos mire con los ojos llenos de alegría dándonos la bienvenida.

Al día siguiente todo el teatro estaba de luto. Había una inmensa tristeza en el ambiente. Nostalgia. Extrañeza. Desesperanza. Era una sensación irreparable. Se decidió, como creyó el elenco que hubiera sido la voluntad de Stanislav, que la programación del Festival siguiese adelante sin alteraciones, realizando las funciones tal como estaban agendadas. Aquel día fue una jornada lúgubre y fría. Aún aquellos que no habíamos llegado a conocerlo en profundidad estábamos muy afectados por esta trágica pérdida. Se notaba esa sensación de vacío en cada pasillo, en cada rincón del Teatro, en la escalera, en las caras blancas de quienes habían trabajado durante años como personal de limpieza del teatro, o quienes recibían los abrigos, los bolsos y las camperas de la audiencia, en los integrantes del elenco y en las compañías participantes. Nuestra emoción era tal que no pudimos evitar derramar alguna lágrima entre función y función. En uno de esos momentos Helen se acercó con mucha delicadeza y cordialidad a pedirnos si podíamos evitar emocionarnos ya que todos ellos se estaban conteniendo. Así lo hicimos a partir de ese momento. Hacia el final del Festival la dolorosa noticia de la partida de Stanislav, se había desparramado por toda Rusia y alrededores. Numerosos elencos y personalidades del teatro habían emprendido su viaje hacia Mytischi para darle el último adiós a este trascendente actor y titiritero.

El último día del Festival fue el día del adiós a Stanislav. Primero se le dijo adiós en el Teatro, luego en la Calle, después en la Iglesia y finalmente en el cementerio. En el Teatro, la despedida revistió un carácter eminentemente simbólico. Era la última visión de Stanislav en el escenario. Su cuerpo se hallaba dentro del cajón expuesto ante la vista de todos y todas. La gente ingresaba a la sala de Teatro e iba descendiendo por la escalera central hasta llegar a los pies del escenario. Allí cada uno subía, lo saludaba, lo besaba y/ó abrazaba y salía por el foro. Para dirigirnos desde el Teatro hasta la Iglesia realizamos una enorme procesión callejera, una espontánea movilización compuesta por numerosas personas de a pie, autos, y vans. La misa tuvo lugar en una iglesia ortodoxa rusa, en la que el canto acústico a tres voces inundaba y resonaba en cada rincón, en una. Fue una ceremonia emocionante e inolvidable. Allí estábamos todos y todas las participantes del festival, más su familia, amigos, amigas y todos aquellos que habían viajado desde puntos distantes a despedirse. Luego de la misa, las compañías del Festival nos subimos al micro y fuimos una suerte de procesión, motorizada esta vez, de micros, vans y autos hacia el cementerio. Una vez más, allí la multitud se reencontró, nos reencontramos, para ahora sí despedir finalmente al cajón de Stanislav, y no a él, ya que él permanecerá vivo en la memoria de muchas personas. El cementerio estaba rodeado de árboles verdes y plantas de rosas. Cuando nos reunimos debajo de un gazebo y alrededor del cajón, la atmósfera estaba tranquila y por un momento el tiempo pareció detenerse. Los sentidos discursos se siguieron unos a otros, y a pesar de no entenderlos, nos transmitieron una profunda emoción. Al final de todo, el cajón comenzó a descender lentamente hacia abajo, y entre lxs presentes, le arrojamos puñados de tierra e infinitas flores y lloramos al unísono con gran desesperación, como si fuera el último momento para hacerlo.

La noche anterior, había tenido lugar en el Teatro, la primera de una serie de ceremonias tradicionales que forman parte del ritual de despedida de una persona querida en la cultura rusa. Son determinadas cenas que se hacen cada una semana y luego cada un mes, en las que se reúne el círculo más íntimo de la persona. Gracias a que durante el transcurso del festival nos hicimos muy buenos amigos de Boris y Vadim Gautilum de la compañía moscovita “Theatre Reflection”, nos invitaron a continuación del festival a alojarnos una semana en su casa para conocer, bajo su entusiasta y sabia guía una de las ciudades más hermosas del mundo, Moscú. Asimismo, gracias a nuestra amistad con esta compañía, tuvimos el grandísimo privilegio de participar de manera total de la primera de estas ceremonias en honor a la memoria de Stanislav, tanto de la parte más pública, en la que también participaron las otras compañías que aún no se habían ido, así como personalidades de la cultura rusa que llegaron específicamente, y de la parte más íntima del encuentro.

En la primera parte de la ceremonia, en el Hall de entrada del Teatro se armó una doble fila de mesas que atravesaban todo el salón de recepción de la sala del teatro más grande. Sobre las mesas, se encontraban servidas todo tipo de comidas, frías y calientes, y por supuesto, muchas bebidas blancas de excelente calidad. La gente se encontraba sentada alrededor de la mesa y alguna también estaba parada charlando en grupos. Para servirse la comida había que abrirse paso en la mesa, y había un gesto implícito, que con quien quiera que uno se encontrase, a cada momento, nos mirábamos cordialmente y chocábamos las copas al grito de “Nasdrovia!” (salud en ruso). La primera parte de esta ceremonia fue en un tono muy solemne, con algún que otro discurso que alguien profería, hasta que Enrique preguntó si podía tocar una canción con una guitarra que había allí y tocó “La jardinera” de Violeta Parra. A partir de allí, hubo muchas otras canciones y el tono general de la ceremonia se destempló o destensó.

Antes de la segunda parte, de la más íntima, comenzamos a notar un movimiento raro, algunos subían las escaleras y de un momento a otro, vienen Boris y Vadim a buscarnos y nos lleva a la oficina de Stanislav y nos dicen que esperemos allí. Nos quedamos ahí solos y casi a oscuras preguntándonos qué estaba pasando, cuando al rato ingresan los hermanos de Stanislav, algunos familiares, integrantes del elenco y Boris y Vadim. Nos sentamos alrededor de la mesa. Parecía que ahora venía una ronda de brindis contando anécdotas o momentos especiales que cada cual había vivido con Stanislav, en una atmósfera mucho más relajada y en confianza. Aquella noche casi podíamos entender las historias que contaban los hermanos de Stan, mientras nos sentíamos parte de un ritual reparador en el que se comparte colectivamente el recuerdo, el dolor y la ausencia. Uno de los hermanos de Stanislav, con quien estábamos, a esas horas, hermandxs por el vodka y el amor a Stan, nos contaba acaloradamente algo…lo único que entendíamos era que Stan daba la vida por los títeres, por el arte, desde que era chico, y en ese poquito tiempo que lo conocimos, que disfrutamos de su presencia y viendo su obra, el teatro y el elenco que ha creado y dirigido, comprendimos a cabalidad lo que nos estaba diciendo. Boris se acercó desde otra conversación para decirle e insistirle que no entendíamos ni hablábamos ruso, pero él decía que sí, que de alguna manera lo estábamos entendiendo, y parece que así fue. Esa noche luego de las tres despedidas de Stanislav, de las ceremonias pública e íntima nocturnas, dejamos Mytischi con Boris y Vadim rumbo a su casa en Moscú, con la sensación en todo nuestro de ser de la pérdida de un ser querido y de un ser maravilloso. Aquellos días, titiriteros y teatreros recorrieron cientos de kms para despedir a Stan y otros para reunirse con él en el festival. Parecía haber escogido la fecha de su partida con mucha precisión, reuniendo tantos colegas, amigos y familiares como en aquella ocasión