Compañía Payasíteres

Han protagonizado y producido en forma independiente 38 Video-Títeres educativos y tienen cerca de 70 espectáculos para teatro de títeres. Investigadores de la historia de los títeres, han publicado 7 libros acerca de la historia de los títeres en Chile y la utilización de títeres en la educación. Sus escritos han sido publicados en revistas especializadas de Chile, Argentina, Colombia, Perú y U.S.A. y difundidos por Internet.

Encuentros y reencuentros por los caminos de los títeres

“La sucursal del cielo”, así nombraron los caleños a la ciudad de Cali, en el departamento del Valle del Cauca, Colombia. Si existe tal lugar llamado Cielo, y si tal lugar llegase a tener una sucursal en la tierra, seguramente esa sucursal sería la ciudad de Cali. Ubicada a los pies de la cordillera occidental, bajo el Pico más alto de esa cadena montañosa, “Pico Pance”, rodeada de ríos que bajan cristalinos hacia las aguas del majestuoso río Cauca, que corre de sur a norte, entre las cordilleras occidental y central. Un verde y generoso Valle se extiende entre ambas cadenas montañosas. Recordemos que en Colombia nuestra querida cordillera de los Andes nos vuelve a sorprender separándose en tres cadenas montañosas, occidental, central y oriental. Esta característica tan particular, hacen de Colombia una tierra única, en la que en un momento quisimos quedarnos a vivir. Llegamos a esa mágica ciudad de clima y gente caliente, una ciudad donde lo afro se mezcla con lo blanco generando toda la amplia gama de marrones. Allí conviven armoniosamente, como en pocas ciudades en las que estuvimos, toda esta amplia gama de colores, sabores y olores. Llegamos en abril del año 2010, con la intención de estar sólo un mes. Finalmente la localidad rural de la vereda San Francisco de Pueblo Pance, casi a 2.000 metros montaña arriba, en las faldas de Pico Pance y los denominados “Farellones de Cali” fue nuestro hogar por casi un año. De ese Pico y esos Farellones nace el río más hermoso que uno pueda imaginar; el río Pance. Sin querer explayarnos más en nuestra particular vida viviendo con el campesino “José Huevo”. En aquel mágico lugar, un día nos enteramos que la Compañía chilena “Payasíteres” estaba programada montaña abajo en “La Casa de los Títeres de Cali”, lugar que era parte de nuestro hogar en aquella ciudad. Allí Gerardo Potes y Leonor Pérez junto a su familia llevaban adelante ese monumental proyecto para los títeres de Colombia y el mundo.

Allá colgados de la montaña donde vivíamos, el transporte público no es muy frecuente. Bajamos en la “buseta Recreativos” que era el único transporte público que subía y bajaba por esos caminos serpenteantes de tierra al costado del río Pance. La única preocupación que enturbiaba la alegría de conocer una Compañía de tan larga trayectoria de las tierras de Enrique, era el hecho que la última “buseta” subía al pueblo a las 9:00 de la noche. La función era a las 20:00. Estábamos jugados. La función estuvo hermosa. Sería la primera de innumerables veces que seríamos público de la obra “Desconcierto para títeres y marionetas”. Una hilarante obra de Varietés, con una dramaturgia propia que hace desaparecer el concepto de número independiente, para pasar al concepto de escena que hace parte de una obra. Los títeres están en Huelga porque los titiriteros se comieron todos los chocolates y no les dieron ninguno. Los titiriteros deben entretener al público creando títeres con su imaginación. Seguramente mientras Sergio y Elena recibían esa noche el caluroso aplauso del público, en el cual también sonaban nuestras manos, pasaba por la avenida la última buseta que nos hubiera llevado a nuestra precaria casa de la montaña, la casa de José Huevo. A esas alturas estábamos echados a nuestra suerte. Ya comenzábamos a hacernos la idea de dormir en uno de los hoteles más económicos de Cali llamado “Los 3 Reyes”. Que lo único que tenía de realeza era el nombre. El resto se dejaba imaginar por el costo de 5.000 pesos colombianos la noche por persona. Unos 2 dólares. De todas formas para el precio no estaba tan mal. En fin. Mientras aplaudíamos no nos importaba ni la buseta ni los reyes. Nos encontrábamos embriagados, no sólo por el espectáculo que habíamos presenciado, sino por ver en el escenario frente al teatrino a Sergio y Elena tomados de la mano haciendo la venia. Una pareja como nosotros, Laura y Enrique, pero que llevaban 30 años haciendo títeres juntos con un largo recorrido andando. En ese momento nosotros teníamos un año en este particular camino de los títeres, dando recién nuestros primeros pasos en la profesión. Nos veíamos reflejados en ellos. 

Con estas sensaciones fuimos al escenario a abrazar, a felicitar y a conocer a este par de humanos que tanto nos conmovieron. Fue tan natural nuestra atracción como seres humanos y artistas qué a los 2 minutos que le contamos sobre nuestra situación de la buseta y de nuestra no tan feliz alternativa del hotel “Los Reyes”, nos invitaron inmediatamente a dormir a la casita que estaban alquilando. Charlamos sin parar mientras desarmaban el teatrino y ordenaban sus títeres para luego meternos en un taxi hacia su departamento cerca de la Universidad de Cali, dónde estaban dictando un Diplomado de Títeres. Al llegar se pusieron a preparar un tecito con unos panes con palta. Una típica “once” (merienda) en Chile. Ahí estábamos los cuatro, como si nos conociéramos desde siempre. La primera noche en la que nos vimos las caras ya estábamos durmiendo en su casa. Así también fue nuestra amistad, avanzando como un tren bala y generando tantos pero tantos encuentros que llegan a ser incontables y que si los escribiéramos acá con el detalle del primero, nos alejamos del foco de lo que queremos relatar. En el año 2012 actuaron en nuestro matrimonio en Buenos Aires (ya nos habíamos casado unos meses antes en Chile). En los siguientes años compartimos mucha cotidianidad ya que nosotros vivíamos en Capital Federal y ellos en Bernal, en el conurbano bonaerense. A unos 20 kilómetros e infinitos semáforos de por medio. El año 2013 fueron parte del primer Festival Internacional de Títeres que organizamos en nuestra historia, El “I Festival Internacional de Títeres y Marionetas de Antofagasta” en el norte de Chile. Ambas participaciones las recordamos y agradecemos con mucho cariño.

Sin vernos hace casi 5 años, ya que Sergio y Elena se habían vuelto a vivir a Chile en febrero de 2022, tras infructuosos encuentros pospuestos por el COVID que había padecido Sergio, que por suerte no había sido grave y otra gripe que si lo había sido, los visitamos en la casa del papá de Elena, que había fallecido hace poco en la localidad de Malloco. Llegamos temprano a eso de las 10:00 de la mañana. Íbamos a pasar todo el día allí. Después de comerse a besos a nuestro hijo Inti, que aún no habían tenido el privilegio de conocer, entramos a la casa donde estaba su hijo Esteban Herskovits de la Compañía “Avuelopájaro”, a quien también aprovecharíamos de entrevistar para esta misma investigación. También su compañera con quien comparte un proyecto artístico llamado “Abuelares” que ganó el Iberescena. El primero en ser entrevistado fue Esteban, mientras Sergio y Elena preparaban el almuerzo. A ellos les correspondería el turno tarde. Como dato humorístico, Sergio no pudo evitar salir al jardín en el momento en que estábamos entrevistando a Esteban y “meter la cuchara” planteando su perspectiva, pero rápidamente fue  espantado por su hijo y se fue a la cocina a terminar el almuerzo. Seguramente también fue retenido por Elena que no le permitió asomarse más. Ese día almorzamos pescado al horno, y nos reímos de varias historias que compartimos. Porque si algo tenemos los titiriteros y titiriteras son historias en nuestras lenguas. Después del cafecito necesario salimos con Sergio y Elena al jardín y con nostalgia de una época y mucha desazón de otra, nos contaron la historia de cómo se volvieron titiriteros y otras historias que llegaban como afluentes a ese gran río que son los títeres en la vida de estos dos entrañables y queridos amigo y amiga. Aquí parte de los recuerdos que nos compartieron aquella tarde de febrero del año 2022.

Su despertar al mundo de los títeres.

Pocas veces las historias de amor que comienzan a los 15 años llegan a las canas y a los achaques de salud. Esta historia es una de esas. Sin hacernos alusión específica a cómo se conocieron ni a cómo empezó el amor, sabemos que en el año 1970 mientras Allende y la Unidad Popular asumían el primer gobierno socialista votado democráticamente del mundo, los adolescentes Sergio y Elena conocían por primera vez el amor (en realidad no estamos seguros de que fue el primer amor, pero suena más romántico, y un poco de romanticismo en el fondo del fondo, nos gusta a todos y todas.) Desde muy niña Elena participaba en un grupo de teatro de la parroquia de su barrio. Una vez que se ponen a “pololear” o “de novios” Sergio también ingresa al elenco de teatro. Paralelamente a la participación con ese elenco, idearon y escribieron una obra sólo para ellos llamada “Juguemos a ser felices”. La intención era poder ir con ese espectáculo a presentarlo a otros barrios a través de la parroquia. En una de esas presentaciones Álvaro Jiménez, director de la Compañía de Títeres “Farándula de Muñecos” los vio actuar y vio algo en ese par de jóvenes que los invitó a ser parte de su compañía: ”Empeño teníamos, conocimiento ninguno”. De ahí en más se convirtieron en los cargadores y ayudantes de Jiménez. Ahí conocieron y se enamoraron hasta los huesos de los títeres. La Compañía trabajaba en el parque Cousiño que ahora es el parque O’Higgins. Cuentan que en ese momento había una casita en un rincón del parque que se llamaba “La Cabañita de los títeres”. Allí actuaba  “Farándula de muñecos” con unos curiosos títeres de guante, que tenían la particularidad de mover la mandíbula cuando hablaban. Tenían un sistema de gatillo que se manipulaba con los dedos meñique y anular de la misma mano que se manipulaba el títere. Un titiritero podía manipular dos títeres y hacerlos hablar con movimiento de mandíbula. Imaginamos que debe haber sido intensa la disociación.

“Eran épocas de Allende donde se vivió de alguna manera el clímax de una apertura cultural que ya venía avanzando desde mediados de los años 60… Había mucho acceso a los teatros. Había muchos teatros con actividades.” Cuenta Elena que siendo ella de Recoleta, un barrio popular de Santiago de Chile, acudía a presenciar varios espectáculos teatrales por semana. Agrega Sergio “Para que te formes una idea, en la iglesia que nosotros estábamos había una sala de teatro e hicimos un festival de teatro juvenil entre las parroquias del sector y llegaron seis grupos, sólo de la zona norte de la ciudad. Te das cuenta que el interés cultural era muy distinto. La forma de trabajar era diferente. Las posibilidades eran muy amplias y nosotros rápidamente empezamos a ganarnos unas monedas haciendo teatro.” En esa conversación fuimos entendiendo que no sólo era el estado el que ofrecía arte y cultura para el pueblo, sino el pueblo el que demandaba ese acceso al arte y la cultura. Remata Sergio “La cultura era un concepto distinto al de ahora. La cultura pasó a ser un bien de consumo. En ese entonces era una necesidad del público, era un derecho de la gente, que es lo que se está peleando ahora: que la cultura es un derecho y la obligación del Estado intervenir para garantizarlo, pero en este momento es un bien de consumo y el que tiene plata lo compra y el que no, no.”

En el año 1973, de un día para el otro se desmorona todo ese sueño y se entra en una pesadilla, sin arte, sin colores, con miedo. Según nos contó Elena, ingresa a estudiar Pedagogía en Castellano y Sergio a las carreras de Arte, Publicidad y Pedagogía. En el año 1975 se casan en Santiago y al año siguiente tienen que escaparse a vivir al sur de Chile, a una comunidad mapuche. Agentes de la DINA estaban persiguiendo a Elena ya que era considerada terrorista. En ese momento tuvieron que dejar sus carreras, sus cosas, sus amistades, su familia y toda su vida, para esconderse en el anonimato del pueblo pequeño, en este caso en el sur de Chile. Elena esperaba a su primera hija y como nos comentó con los ojos vidriosos “nos salvamos de milagro… Agarramos y nos fuimos también como ladrones, gracias al aviso de una profesora que había sido compañera mía en la Universidad Católica de Latín. Tengo su nombre en mi memoria y siempre lo tendré. Ella me dice que por qué estoy todavía yendo a clases y yo le digo: porque tengo que terminar el semestre. Me advierte del peligro y me dice no, tu nota te la voy a entregar en el metro de Santiago. Ella me llevó los papeles al metro de Santiago y me dijo que no volviera a la Universidad.” Elena había sido correo entre algunos compañeros que eran perseguidos por la dictadura y estaban escondidos, con sus familias. Ella recibía sus cartas y las entregaba. Alguien la delató y eso llegó a oídos de los innombrables y comenzaron a perseguirla. Elena estuvo en Fiscalía Militar junto a otros compañeros. Cuenta que los interrogaron un día entero. Ella hasta el día de hoy no sabe por qué no le hicieron nada aquel día. Estaba junto a otros compañeros comunistas, sin saber que les iba a pasar… “Son recuerdos que a veces no quiero mucho recordar … una cosa que no sé, es cómo el cerebro te funciona de tal manera que te pone tan triste, tan depresivo que todo lo ves gris. Y mis recuerdos de aquella época ahora son grises, oscuros, sólo el nacimiento de mis hijos es en color”. Viviendo en el sur, en la localidad de Vilcún, como no podían ir a la Universidad a buscar la documentación que acreditaba sus estudios, se les dificultó que pudieran trabajar como docentes. Esa persecución duró alrededor de 3 años

Luego de esos 3 años regresan a Santiago con 3 hijos. Sergio comienza a trabajar vendiendo seguros y Elena a dar clases particulares. La dictadura seguía y nos cuentan cómo eran los allanamientos: “Los militares no entraban directamente a las casas, sino que se quedaban afuera, con la cara pintada de guerra, con una metralleta apuntando directamente el cuerpo de todo el que se atravesara en el camino. A esos que osaban andar en la calle los hacían tirarse al piso. Lo que la gente miraba desde la ventana era una escena dantesca.”

En una de aquellas jornadas cuentan que estaban dos militares afuera de la casa haciendo esos allanamientos, era justo el horario en que había que ir a buscar a los niños a la escuela. Sergio sabía que tenía que ir, pero también sabía que cualquier cosa podría pasar entre el dedo índice del militar y el gatillo de la metralleta.  “En un momento había que ir a buscar a los niños a la escuela y estaban los tipos ahí. No nos atrevíamos a ir a buscarlos, pero no los podíamos dejar abandonados. Me acuerdo que para poder ir y que no me dispararan, salí con la menor que era un bebé, en los brazos, porque suponía que así no me iban a disparar ¡Suponía! Entonces tuve que usar de escudo a mi hija, a un bebé usarlo de escudo ¡Conchemimadre!”. Sergio nos cuenta que nunca había contado esa historia sin llorar. Nosotros lo hicimos por ti, le respondimos a coro.

En el año 1983 estaban sin trabajo, sin nada. Vivían en Macul, en la Villa de la Universidad Católica. En aquel año sucedió una terrible inundación en Santiago. Su querido amigo y vecino Pedro había organizado una campaña para que la gente donara ropa para las personas anegadas. Clasificando las donaciones en edades y sexos, se llevó una no muy grata sorpresa al percatarse que una de las cajas contenía 2 vestuarios de payasos. Seguramente Pedro se sobresaltó en un principio, profirió unos improperios a los descorazonados que mandaban un mal chiste a los damnificados, gente que lo había perdido todo. En un momento la rabia comenzó a retroceder, le bajó por la garganta, al estómago hasta desaparecer en los intestinos. Una vez que suspiro y retomó su tarea clasificadora, le volvió a la mente el vestuario de payasos, pero esta vez no como algo negativo, sino como algo positivo. Vio los cuerpos de sus amigos Sergio y Elena vestidos con esas ropas coloridas. Y los vio jóvenes y felices y Pedro también se sintió feliz. Él sabía que antes de la dictadura sus amigos habían actuado y también hecho títeres. Seguramente Pedro soltó las ropas que estaba por clasificar, agarró los vestuarios de payasos y salió corriendo a la casa de sus amigos para que de esa broma de mal gusto naciera la Compañía “Payasíteres”. Con ese vestuario hicieron un montaje para niños y niñas y salieron actuar y pedir a cambio alimento para la gente damnificada. Luego harían un teatrino con un catre viejo de metal. La parte de la cabecera iba abajo para que el respaldo hiciera de base. Lo cubrieron con un cubrecama al cual le recortaron una ventana cuadrada por donde aparecían los títeres. Ese fue su primer teatro de títeres. Usaron como personajes las cabezas de las muñecas y los muñecos de sus hijos. La abuela de Sergio les confeccionó las ropitas.

Cierta tarde en que estaban esperando a sus hijos fuera de la escuela, se les acercó un apoderado a comentarles que se había enterado que hacían funciones de títeres. Ellos respondieron que era verdad. Entonces, les ofreció ir a hacer una presentación en su casa para celebrar el cumpleaños de su hijo a cambio de un dinero. Comentan que la función fue un desastre, pero que no obstante al terminar la presentación les entregaron en sus manos el dinero prometido. Ahí comprendieron no sólo que deberían mejorar su espectáculo, sino que también podían dedicarse al arte de los títeres y al teatro. Al tiempo el amigo Pedro se quedó sin trabajo. Lo despidieron de una escuela católica donde trabajaba por ser divorciado. Desde ese momento arman una cooperativa de trabajo. Pedro tenía el preciado teléfono y además la preciada camioneta, por lo que la gestión quedó en sus labios. Sergio y Elena se encargarían de toda la parte artística, plástica y escénica. Y comenzaron a trabajar en cumpleaños.

En paralelo la historia de Chile continúa y coincidentemente en ese mismo año 1983 cambia de alguna manera Chile, ya que comienzan los llamados y las convocatorias a las protestas contra la dictadura. Sergio y Elena comienzan a participar colaborando con su arte. Comentan que la estrategia era organizar el espectáculo en alguna plaza o en algún salón vecinal de distintos barrios de Santiago y que una vez que la gente estaba convocada, después de una corta presentación y con el público haciendo de cerco humano, se acercaba a hablar un político o un orador para concientizar acerca de la necesidad de derrocar al tirano. Cuentan que eran convocados, sin distinción, por todos los movimientos y partidos políticos que estaban en contra del régimen antidemocrático. Ellos, sus narices rojas y sus títeres sumaban arte a la lucha. Ese trabajo de militancia lo hacían de manera gratuita. Su intención era que de a poco la gente comenzara a ir despertando de ese temor y ese letargo e imaginara un nuevo horizonte sin Pinochet. Estuvieron en esa militancia hasta que gana el “NO” en el año 1988.

En el año 1986 nace un programa con títeres llamado “Patio Plum”. Sergio escribía los libretos y ambos actuaban con los títeres. El programa pretendía transmitir valores como la solidaridad y el compañerismo, a la vez que se deslizaba metafóricamente un contenido político muy oculto en un programa para niñeces. Cierta vez llevaron al grupo  musical “Los Prisioneros”, que estaban prohibidos en la televisión. Cómo era un espacio para niños por algún extraño motivo fue permitido y fue verdaderamente un suceso. Al año siguiente, cuándo Sergio tenía que firmar el contrato para continuar en el programa, pese al éxito que había tenido, le ponen una pequeña condición. “ Para firmar el contrato usted tiene que hacer solamente publicidad a productos de consumo y humor y dejar de lado cualquier mensaje educativo. – Gracias pero eso no me interesa. Ni ese tipo de humor, ni ese tipo de programa. ¡Mis títeres no van a consumir helados porque a veces yo no tengo plata para comprarles helados a mis hijos! Y se lo dije clarito. Y el huevón me dijo: – Sergio te vas a morir de hambre si te vas de la televisión.” Si bien la cita continúa; lo cierto es que no se murieron de hambre. Nunca les sobró un cobre, pero siempre pudieron llevarles un plato de comida a sus hijos y darles la mejor educación posible.

Después de los 90, Elena y Sergio comienzan a trabajar en la calle para subsistir. Con ese trabajo y la dignidad que implica dedicarse al arte en un país que los únicos escenarios posibles son la calle o el living de alguna familia medianamente pudiente. Del living salieron a la calle, y del pago pre-acordado pasaron a la incertidumbre del sombrero, que con cierta experiencia y técnica  comenzaron a transformar en certidumbre. Cuentan que estuvieron cierta vez todo el fin de semana trabajando sin descanso para que el lunes pudiera su hija pagar la última cuota de la universidad y poder titularse. Extenuados el domingo a la noche llegaron Sergio y Elena con una bolsa llena de monedas que dejaron sobre la mesa, con el cuerpo extenuado y la enorme satisfacción de saber que lo habían logrado. Habían pagado la última cuota de la universidad de su hija haciendo teatro de títeres callejero. Aquella noche la hija no estaba. Cuenta la historia que a la mañana siguiente Ingrid se levantó, fue a la cocina y ahí estaba la bolsa con cientos de monedas que completaban los cientos de miles de pesos necesarios para pagar sus estudios. Con la dictadura de Pinochet la educación en Chile se privatizó y continúa valiendo al día de hoy una fortuna. Seguramente varias lágrimas rodaron por las mejillas de esa joven estudiante que comprendía el valor que tenía cada una de esas monedas. Cada una de ellas era la sonrisa de un peatón que caminaba apurado por la Capital de Chile. Entonces decidió no cambiar ninguna de esas cientos de monedas por algunos pocos billetes y partió así, con la bolsa de moneda en la mano y la cara llena de orgullo a la casa de estudios. Cuando entró a secretaría, cuentan que Ingrid apoyó sobre la mesa las monedas con todo su peso, con toda su historia, con todo lo que habían significado para ella y para su familia, para que las funcionarias las contaran una por una. Se fue de la oficina con la frente en alto, orgullosa de haber sido criada por dos personas que nunca dejaron de soñar su sueño, pero no por eso dejaron nunca de lado los sueños de sus hijos e hijas.

Después de vivir en Valparaíso y seguir trabajando en la calle  sorteando las dificultades de trabajar como artistas en Chile, decidieron irse a viajar por Latinoamérica. De ese viaje que duró unos seis años, se radicaron en Bernal, Argentina, provincia de Buenos Aires. En todo ese periplo por la Patria Grande siguieron haciendo títeres en las calles, pero también comenzaron a ser parte de los festivales internacionales de títeres que se organizaban en distintas ciudades latinoamericanas. Al día de hoy han participado en cerca de 200 festivales. Bernal hacía de sede para continuar haciendo calle en la peatonal de Quilmes y para salir al mundo a participar de festivales y programaciones o a dictar talleres y seminarios de títeres. El trabajo callejero lo complementaban con trabajos en Festivales Internacionales y otros proyectos artísticos de todo tipo que siempre estuvieron inventando, como sus video-títeres o sus trabajos en campañas sociales, especialmente con jóvenes consumidores de drogas y alcohol y niños en situación de riesgo social.

Desde el año 2015 Sergio viene investigando acerca de la historia de los títeres en Chile. Hasta el momento lleva 3 libros publicados, los cuales abarcan tres épocas de la historia de los títeres en Chile. Cada uno de estos libros han sido financiados gracias al Fondo de las Artes Escénicas de Chile. Los tres libros antes mencionados son los siguientes:

  • El anónimo oficio de los titiriteros en Chile. Representación con figuras, Teatro de objetos y títeres (desde 1598 a 1910)
  • Memorias históricas de los títeres en Chile. Representación con figuras, teatro de objetos y títeres (desde 1598 a la actualidad y sus proyecciones)
  • Prototíteres: Títeres ancestrales y otras artes en el pueblo mapuche prehispánico. Además han escrito cinco libros relacionados con la niñez y los títeres.

La verdad es que cada vez que los vemos actuar nos da ese mismo escalofrío que termina vidriándonos los ojos que tuvimos la primera vez el año 2010. Nos gustaría mucho poder llegar a hacer la venia a su edad todavía de la mano. Esperamos que la salud y la fortaleza los acompañen muchos años más para que sigan haciendo títeres e investigando su historia.