Encuentros y reencuentros por los caminos de los títeres

Con el sonido del mar danzando en nuestros oídos, comenzó el IV Festival Internacional “Titinerantes del desierto de Atacama” en Tocopilla. Una ciudad ubicada al norte de Chile, en la región de Antofagasta, acariciada por el oleaje infinito del majestuoso Océano Pacífico, y a la sombras de los cerros desérticos de Atacama. Allí nació Alejandro Jodorowski y filmó parte de una de sus últimas películas, “La danza de la realidad”. Allí nació muchos años más tarde Alexis Sánchez (para los y las futboleras). También nació entre Jodorowsky y Alexis Juan Carlos Pozo, quien nos convoca. Volviendo a aquel año 2016, las gestiones del entonces director de cultura del municipio, de Tocopilla, don Miguel Chepillo lo hicieron posible. Era julio, pero en el norte uno no se percata demasiado del invierno. Salvo en las noches, que suelen ser muy crudas.   Llegamos a Tocopilla al mediodía y después de dejar las cosas en el hotel, nos fuimos a conocer personalmente con quien había hecho posible que los títeres de 3 compañías de Brasil, España y Chile, se presentaran para el público tocopillano. El Festival lo gestionamos a distancia, mediante llamados telefónicos, mails, whatssap y todo lo que nos comunique de manera virtual, desde nuestra casa en Argentina. Miguel Chepillo y su andar apurado nos fue a buscar al hotel, nos dio un cálido abrazo y nos llevó al diario, donde nos hicieron una nota, luego nos reunimos con el alcalde de la ciudad y terminamos la jornada en su oficina. La oficina de cultura del municipio, al final de la alargada y empinada plaza de armas de la ciudad. Allí sentados escuchamos por vez primera hablar de un titiritero exiliado tocopillano, de nombre Juan Carlos Pozo. Miguel planteaba la posibilidad de poder invitarlo a alguna programación que organizaremos en el futuro, que le permitiera presentarse por vez primera con sus títeres en su ciudad natal. Ese día Miguel nos dio su contacto y comenzamos a mantener una relación virtual con este titiritero que al día de hoy no conocemos personalmente. Ya desde aquel momento nos intrigó mucho conocer su historia de exilio y títeres. Con la excusa de la presente investigación nos volvimos a poner en contacto con él para hacerle al fin una entrevista y poder escuchar y también compartirles su historia. Costó ponernos de acuerdo en el día y el horario, pero por fin pudimos concretar un fructífero encuentro. Nos encontramos aquel día frente a nuestras respectivas computadoras. Comenzaba de a poco a esconderse el primaveral sol en Capilla del Monte, Argentina, mientras en Noruega habitaban la fría y oscura noche del 2 de noviembre del año 2022. Aquí su historia.

Su despertar al mundo de los títeres

En los efervescentes años de la Unidad Popular, con Allende presidente de Chile,  el arte y la cultura era pan de cada día en la larga y angosta franja de tierra llamada Chile. En esos tiempos, el joven Juan Carlos Pozo Rodríguez se acerca al arte, sobretodo a la música. Comienza a aprender, participando de distintos talleres. Experimenta en carne propia las posibilidades expresivas y comunicativas que nos ofrece el arte. Lamentablemente para él, y para el Chile despierto, sobrevino la oscuridad y con su velo censurador asesino, arrasó con las expresiones artísticas que antaño invadían las ciudades. Sin decirnos el motivo específico y queriendo hablar muy poco sobre el tema, ya que imaginamos que hiere profundamente sus sensibilidades, nos cuenta que el joven Juan Carlos, fue perseguido por los servicios de inteligencia de la dictadura y se fue exiliado del país. Como muchos otros compatriotas, Juan Carlos llegó a las frías y oscuras tierras suecas, casi en el polo norte de nuestro querido planeta. Ya en aquellas latitudes, comenzaron a juntarse de manera natural los cientos de exiliados chilenos que habían pedido asilo político en el país, que aún siendo un país frío, tiene habitantes cálidos que recibieron a esos jóvenes que habían quedado sin tierra donde volver y con los sueños partidos. 

Cuenta Juan Carlos que en ese país nórdico veía mucha actividad teatral, “la oferta cultural era abundante”. afirmó sin dudarlo. En reflexiones junto a otros dos compatriotas, con quienes había llegado hasta ese país tras compartir muchas peripecias en el camino, se dieron cuenta que todos los niños y niñas de origen latino quedaban fuera de las propuestas teatrales qué se ofrecían, ya que recién llegados aún no podían entender el lenguaje sueco. La sensación se profundizaba cuando pensaban en los pequeños chilenos y chilenas, los niños y niñas del exilio. Aquellos que habían sido excluidos de su país, ahora quedaban excluidos de estas manifestaciones artísticas y eso, según nos contó con profunda emoción y amor, “genera una sensación espantosa después de haber tenido que salir exiliado de tu país”. Estar en otro lugar, alejado de tu familia, de tus amigos, de tu idioma, de tu clima, de tu casa, de tu barrio, ya era demasiada carga, como para no poder divertirte, expresarte y comunicarte a través del arte en el nuevo lugar. Mientras Juan Carlos nos contaba el por qué había llegado a hacer títeres, la pantalla que nos unía a través de la video-llamada iba desapareciendo y sentíamos el calor de Juan Carlos, podíamos escuchar su respiración agitada por la emoción, comprendiendo el infinito amor que tiene Juan Carlos por las infancias. Había ingresado al mundo de los títeres por amor. El entonces joven Juan Carlos no podía permitir que los niños y niñas hijas e hijos del exilio, se sintieran excluidos. Este mismo amor lo llevó también a ser profesor inicial, trabajo del que hace unos poquitos años acaba de jubilarse. Creo que compartimos con Juan Carlos la conciencia de que el arte nunca puede ser exclusivo y generar exclusión, sino que todo lo contrario, es una herramienta del amor hacia la comunión. 

Volvamos a la historia. Con esos dos amigos en una de esas intensas conversaciones decidieron hacer algo respecto a la problemática que habían descubierto. Deciden ellos mismos ofrecer espectáculos en español para las infancias chilenas y latinas y así fundan la compañía “Teatro experimental” en el año 1990. Sin saberlo estaban iniciando sus primeros pasos en el teatro de títeres. Ninguno de los tres integrantes de la compañía tenía experiencia teatral alguna, pero con muchas ganas, y con un objetivo claro es que comienzan sus primeros pasos en las tablas. Como Juan Carlos había tenido contacto con la música, pensaron en incorporar música en vivo en sus espectáculos. Como las obras que vieron en Suecia utilizaban muñecos, ellos también deciden incorporarlos a sus espectáculos.  Desde esos inicios es que la compañía investigó en la relación del actor con el títere y con música en vivo. Por eso, comenta Juan Carlos se llaman teatro experimental, porque de hecho era lo que hacían, experimentar con el teatro, jugar y divertirse en la escena, siendo libres. Seguramente ese fue el motivo que los llevó al éxito, ya que según nos comenta Juan Carlos, allá el teatro para niñeces no es para nada interactivo. Los niños y niñas son espectadores de una acción que sucede frente a sus ojos y oídos. La propuesta lúdica de esta compañía, era que actores y títeres interactuaban a su vez con el público y esto no sólo les gustó a las audiencias latinas, que fueron su público objetivo desde sus inicios, sino también a las audiencias suecas.

Más tarde los caminos de los tres integrantes de la compañía se fueron separando y Juan Carlos siguió caminando junto a su compañera Camila Bahto. Con ella forma en el año 1997 la Compañía “Puente dock och marionetteater”. En esa compañía mantiene la mezcla de música en vivo, teatro y títeres en sus espectáculos, pero le agrega algo que caracteriza sus propuestas artísticas desde ese momento hasta la actualidad, que es la interactividad. En cada obra se le ofrece al público distintos instrumentos musicales para que participen activamente del espectáculo. Lo mismo comienzan a hacer con los títeres y las marionetas que se pasean entre las manos de los niños y niñas.

El año 2010 se va a vivir a las afueras de Oslo, Noruega y funda allí su propia compañía unipersonal. Nombra la Compañía “Carlos Dukke Teater”. Según nos comentó, Juan es una palabra difícil para los suecos, al igual que Pozo. Así es que se pone de nombre Carlos y Dukke de apellido. Con esta compañía creó dos obras propias, una llamada “Cuando el teatro de títeres llegaba a mi pueblo” y otra llamada “Musical Show”, que tiene actualmente en cartelera. Estos espectáculos los presenta en distintas escuelas y eventos privados como cumpleaños. Nos contó que hace poco ha comenzado a trabajar en hogares de ancianos. 

Al momento de crear sus espectáculos nos comenta Juan Carlos que son creados de manera espontánea y personal. Se trata de historias y vivencias propias que nuestro colega quiere compartirle al mundo. Siguiendo fiel a su concepción del teatro como un espacio en el que no debe haber cuarta pared, la interactividad es un elemento característico de sus obras. Su intención es que el público se sienta parte del espectáculo y que se sienta libre; dejarlo que manifieste su libre albedrío para ser parte del espectáculo. Los títeres y marionetas que utiliza son reciclables, se trata de muñecas antiguas que la gente desecha en las calles de Oslo. Juan Carlos las recupera y las transforma en títeres o marionetas manipulables. Prefiere que esto sea así para no sentir demasiado afecto por los títeres y poder pasarlos sin miedo a los pequeños espectadores, quienes más de una vez han roto sus cabecitas de porcelana. De esta misma manera, en el espectáculo “The musical show” se le entrega a cada uno de los asistentes una instrumento musical para que en cierto momento entre todos compongan una verdadera orquesta. La Compañía “Carlos Dukke Teater”, es una de las pocas compañías que no se dedica profesionalmente al teatro de títeres de las 18 compañías que participan en esta investigación Si bien Juan Carlos admite que siempre fue su deseo dedicarse de lleno al arte de los títeres, la inestabilidad económica que le ofrecía esta profesión hizo que se dedicara profesionalmente a la docencia y que los títeres lo acompañaron como algo mucho más importante que un hobby, durante toda su vida. Cuando la entrevista estaba por finalizar le lanzamos nuestra última pregunta 

– ¿Por qué haces títeres?

A lo que Juan Carlos respondió enérgico y sin titubear:

– “¡Hago Títeres porque me hace feliz!”