Encuentros y reencuentros por los caminos de los títeres

Después de un retraso en nuestra escala en Lima, los nervios comenzaron a comernos la mente ya que estábamos con el tiempo muy, pero muy límite para hacer la conexión en nuestro destino final Bogotá con la Isla de San Andrés. Íbamos a ese paradisíaco rincón del caribe a participar del VIII Festival Internacional “Ethnic Roots”. Los vuelos eran en aerolíneas diferentes, por lo que si no llegábamos al otro vuelo que salía a la isla lo perdíamos. Con el plan para llegar al otro vuelo pensado y comenzado a ejecutarse en Lima, los funcionarios de la aerolínea se comunicaron con Bogotá para informar que Laura tenía un esguince y necesitaba una silla de ruedas para trasladarse a la conexión. Supuestamente esto haría los trámites de migración entre otros más rápidos. Como era de esperar, Laura era más rápida corriendo que sobre las ruedas y pese a que prácticamente volamos por los pasillos, del aeropuerto “El Dorado” de Bogotá, nuestros esfuerzos fueron vanos pues perdimos el vuelo. Sin escatimar en reclamos, y alguna que otra palabrota, nos vimos impelidos a pagar nosotros un nuevo vuelo a la isla para mantener nuestro compromiso con la organización del evento. Teníamos función al otro día. En aquel año 2013 el festival contó con el apoyo de Iberescena, por lo que éramos muchos grupos desperdigados por distintos hoteles de la isla, realizando funciones aquí y allá.  “Las Patonas” también eran parte del festival. Compartimos junto a otras compañías de títeres el área dedicada a las infancias. Si bien no estábamos en el mismo hotel, la chilenidad de Marlene se juntó a la de Enrique y comenzamos a frecuentarnos y a conversar largo y tendido en las blancas arenas caribeñas de la isla junto a Laura y a la Compañera de Marlene de nombre Ludivey Rincón. Recordamos reírnos mucho, con Marlene uno siempre se está riendo, su risa es generosa y te invita hacer lo mismo. 

Haciendo memoria sobre el teclado de la computadora, puede ser que Marlene tenga razón y nos hayamos conocido un par de años antes, en el 2011 en Palmira, Valle. De seguro no pudimos compartir mucho porque estábamos participando de dos festivales diferentes. Nosotros en uno de títeres organizado por la Compañía “Actores de Cartón” y “Las Patonas” en uno de Teatro organizado por “Madre Tierra”. Cierta vez estuvimos en Bucaramanga, ciudad donde está radicada Marlene, realizando un taller de títeres de guante, pero ella estaba fuera de la ciudad. 

En noviembre del año 2022 tuvimos nuestro ansiado reencuentro virtual con motivo de la presente investigación, que por desencuentros y situaciones no habíamos podido realizar hasta esa fecha. Era la última entrevista de las 18 que ya habíamos hecho. La mayoría presencial en el verano de ese mismo año y 4 virtuales que hicimos en noviembre. Hasta ese momento habíamos confirmado nuestra hipótesis de que históricamente la dictadura fue un terreno infértil para el nacimiento de nuevos titiriteros y titiriteras, ya que ninguno había nacido en esa época, salvo la Compañía Payasíteres que nace el año 1986, con la salvedad que ellos conocieron las títeres en tiempos de Allende, y les costó más de 13 años volver a los títeres, así como la compañía “Los Fantoches” que nace el año 1974, pero que también conocen el teatro y los títeres en tiempos previos a la dictadura. Como siempre la realidad desborda la maqueta que intentamos crear de ella. Marlene es la necesaria excepción a esta regla y fue un regalo que nos otorgó la realidad, para finalmente poder afirmar que los y las titiriteras somos como cucarachas y podemos nacer en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia y sobrevivir a cualquier dificultad haciendo títeres. Aquí la historia de Marlene que conoció y empezó a hacer títeres en plena dictadura.

Su despertar al mundo de los títeres.  

Marlene nació y se crió en la Población “Clara Estrella”, en la actual comuna de lo Espejo de Santiago de Chile. Esto fue lo primero que nos contó con orgullo en la entrevista que tuvimos, ella allá en Bucaramanga, Colombia, y nosotros aquí en Capilla del Monte. Según nos contó aquella población fue la primera en desarrollar la auto-construcción en América Latina. Eran los mismos vecinos los que construían entre ellos sus propias casas y la de sus vecinos. Los albañiles trabajaban en la semana por fuera de la población y el fin de semana trabajaban dentro de ella, construyéndola con sus propias manos, ofreciendo de pagamento su propio sudor. En estas jornadas las mujeres hacían las comidas y los niños y niñas correteaban y se divertían en el medio de aquella Minga en medio del cemento de la capital chilena. Allí nació y se crió Marlene, jugando a las escondidas entre el cemento y la dignidad. Jugaba con su vecino, con su vecina, quien a esas alturas se había transformado en su primo o prima. La población era una gran familia. Pronto todos y todas tendrían su hogar. Desde ahí que nos confesara: “No concibo el trabajo individual”, por eso si bien en la Compañía “Las Patonas” son 2 integrantes, siempre trabajan invitando a otras personas a distintos proyectos, por lo que en realidad son más que dos. 

De joven, Marlene fue la presidenta del Centro juvenil de la población. Mientras ostentaba ese cargo, fue que en el año 1980 – 1981, no recuerda bien, llegó un director de teatro a darles un taller a las y a los jóvenes de la población. Con este elenco lleno de energía, sueños y con envidiable familiaridad, nace como consecuencia del taller y del interés manifiesto de la juventud de la población, la Compañía “La Gotera”. Con aquella compañía Marlene y sus compañeros participan en el 1° ENTEPOLA, que en aquel entonces significaba “Encuentro de teatro Poblacional Latinoamericano” celebrado en la ciudad de Santiago. En uno de esos encuentros conocería a John, un joven músico colombiano que acompañaba con música en vivo a un mimo de su misma nacionalidad de nombre artístico”Do Re Mimo”. Gracias a ese encuentro Marlene desechó por completo su deseo de niña de ser monja y toma la decisión de dedicarse por completo a las tablas, porque según ella misma “En las tablas podrías decir y denunciar cosas” y ella quería denunciar la sanguinaria y despiadada dictadura de Pinochet y sus secuaces. En el año 1984, Marlene entra a estudiar a la Escuela de Estudio Superior la carrera de teatro. Como una especie de beca, a Marlene le ofrecen trabajo de recepcionista de la Escuela. “En ese entonces me la pasaba todo el día en la Escuela, en la mañana estudiando, y en la tarde trabajando.” Ya con Pinochet en el poder, estudiar se volvió un bien de consumo muy caro, al cual sólo podían acceder las élites. Además estaba el hecho de que para su familia el teatro no era más que un hobby, por lo que no la apoyaron. Contra viento y marea la joven Marlene siguió sus sueños. 

La diferencia entre casualidad y causalidad es el orden en que se escriben la letra “s” de la letra “u”. Sin duda son tan parecidas, porque en realidad hablan de lo mismo. Esta es una de las casualidades causales de las que hablamos. Sucedió que el trabajo final de la carrera de actuación era crear un montaje completo de la nada, con dramaturgia, dirección, iluminación, etc. Marlene junto al elenco que formaron con sus compañeros y compañeras decidieron hacer un espectáculo para niñeces y deciden convocar a una estudiante más pequeña de la Escuela para que haga el papel de una flor. Con ese elenco lograron estrenar y hacer una pequeña temporada en un teatro de la Capital. Pasó que un día la joven y volátil estudiante menor, no fue a la función. No tenían flor. Pero nada detenía a estos jóvenes creativos. La hermana de Marlene le había traído una flor grande de tela como regalo por el estreno. Entonces Marlene se iluminó y dijo que salieran con esa flor, como una especie de títere. Desde ese momento la joven y prometedora estudiante de actuación quedó cesante en su rol de flor, y la reemplazó una flor de tela, un títere, un objeto movido en acción dramática. Tras este descubrimiento los jóvenes actores y actrices vieron en los títeres una oportunidad, ya que siendo pocos actores podían interpretar muchos personajes. Entonces decidieron ir a estudiar títeres, con nada más ni nada menos que el Tesoro Humano Vivo “Tito” Guzmán”, quien también vivía en otra población de la misma comuna de Lo Espejo. De este grupo de jóvenes y de su búsqueda de mezclar la actuación con los títeres, nació en el año 1986 la compañía “El ombligo”. Uno de los integrantes de aquel elenco, al igual que Marlene sigue siendo titiritero hasta la actualidad. Se trata del titiritero Juan Valdivia de la Compañía “Dedos Pintados”, el resto de los compañeros siguen dedicados al teatro hasta el día de hoy.  “El ombligo” mantuvo vigencia hasta el año 1992. Trabajó sobre todo con privados, desde eventos de fin de año de distintas empresas hasta cumpleaños infantiles. Además tenían un trabajo fijo financiado por una ONG de Inglaterra, para dar talleres de formación en distintas poblaciones de Santiago. Había muy poco recurso gubernamental, tanto a nivel nacional, como regional y municipal. En el año 1992 Marlene se va de Chile por amor, y se radica junto a aquel joven John que conoció en uno de los  ENTEPOLA, en la ciudad de Bucaramanga, Colombia, de dónde él es oriundo. Serán 10 años en los que Marlene se dedica por completo a la crianza de sus 3 hijos y deja los títeres y el teatro en una pausa. Retoma nuevamente su labor artística y en el año 2004 junto a su compañera Ludivey Rincón Santos, crean la Compañía “Las Patonas” y Marlene vuelve del todo a las tablas, retomando en su ejercicio escénico el trabajo con títeres. De ahí en más la Compañía fue creciendo, teniendo diferentes contratos con las Alcaldías de Floridablanca, Piedecuesta, Girón y Bucaramanga, participando en Festivales de Títeres y Teatro en Colombia y otros países de Sudamérica, situándose como una de las Compañías más importantes del departamento de Santander, además del hecho que la compañía está conformada exclusivamente por mujeres. Seguramente pronto la vida nos volverá a encontrar para poder seguir riendo y conversando largamente.